Supe de su existencia, hace exactamente un año, a través de una larga entrevista en EL PAÍS y un estupendo artículo de Elvira Lindo, en donde apuntaba algunas razones para quererla. La olvidé, ay, pero, hoy, me he rendido ante un largo, muy largo, como extraordinario artículo suyo que es de los que apetece guardar y volver a leer de vez en cuando. Me estoy refiriendo a esta escritora africana, nigeriana, para más señas: Chimamanda Ngozi Adiche, quien nos dice de entrada, para abrir boca que “el silencio es un lujo que no podemos permitirnos”, porque hasta las piedras de su país y su continente africano deberían gritar a todos los vientos y no digamos los humanos y de forma especial, las mujeres, como ya lo están haciendo. Es la hora de la mujer, también en África. Pero ya se sabe, siendo mujer, negra y emigrante no lo está teniendo nada fácil…, por lo que necesitará la rebeldía que le viene de lejos, de niña y de casi adolescente para afirmar rotundamente en la actualidad, recién cumplidos los 41: “Este es el momento de la valentía, y para mí la valentía no es la ausencia de miedo. Es la determinación de actuar a pesar de tener miedo”. “Y el momento de la audacia en la narrativa” y se rebela a tener que seguir fingiendo que una pequeña parte del mundo representa a su totalidad como creer que un inmenso continente como es el africano sea tratado como si de un solo país único y uniforme se tratara, y cree firmemente que es la hora de que los hombres lean a las mujeres y que las mujeres dejen de ser invisibles y que aun teniendo defectos, cómo no, podemos ser bondadosos y hacer lo que es justo y correcto y que la literatura contra quienes creen que es algo inútil, la definición de utilidad se nos queda corta, porque la literatura nos enseña y nos importa y la lectura nos conmueve y leemos para que nos recuerden la gracia, la belleza y el amor, el dolor y la pena, y “todas esas cosas importan y son lecciones útiles”, nos va diciendo.
Nació en Abba una pequeña aldea de Enugu, Nigeria, en 1977, y es escritora, novelista y dramaturga feminista. Su madre fue la primera secretaria de admisiones de la Universidad de Nigeria donde su padre era profesor de estadística. A los 19 años se trasladó a Estados Unidos con una beca de dos años para estudiar comunicación y ciencias políticas en la Universidad Drexel, Filadelfia. Ha recibido importante premios y ha escrito entre otras las siguientes novelas: “La flor púrpura”, “Medio sol amarillo” y un ensayo: “Todos deberíamos ser feministas”. Está claro, aunque algunos se resistan y renieguen, ellos se lo pierden.
Pero, ¿qué razones anotaba Elvira Lindo para quererla?
Porque sus historias logran que el lector haga propios los anhelos y ansiedades de unos personajes que importan desde la primera página; su literatura desmonta los tópicos cansinos sobre el continente africano y que este no se puede explicar como un todo: hay países, hay culturas cruzadas, paisajes y costumbres que entre sí no se parecen en nada; porque su literatura no renuncia a sus orígenes y Chimamanda no se convierte en una afroamericana, sino con todo derecho nigeriana y estadounidense y porque además de escribir libros que emanan sensualidad e inteligencia además de agudos análisis sociales y políticos. Gracias, Elvira Lindo.
Chimamanda, una escritora inteligente para lectores exigentes y defensores de los derechos de las mujeres. Los que miren para otro lado, insisto: ellos se lo pierden.
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