viernes, 22 de diciembre de 2017

DOS MIRADAS ENTRE LA NIEBLA


... De la mirada de un perro y una mujer, en artículos anteriores, al diálogo de dos miradas.
He comenzado recientemente un nuevo Cuaderno, de la serie “Cuadernos del otoño”, con haikus sobre ranas, reflexiones sobre peces para hablar de la genialidad que nos toca a todos, hojas por los suelos para contemplar las flores de la estación de los mil colores..., y ahora: la mirada-coloquio de un hombre y un perro. Una vez más, el perro, el animal de compañía por excelencia, y si no que se lo digan a ese viejo que está atento a su mirada, única en su forma de mirar, en su manera de ser fiel, en saber concentrarse en quien más ama, de quien es incapaz de no seguir a donde quiera que vaya.
Se ha detenido el tiempo, es lo que marca el reloj, y de entre la niebla cerrada emerge la luz de dos miradas concentradas hasta el paroxismo.
El viejo está descansando, puede que la vida se le esté poniendo demasiado cuesta arriba y el perro está deseando que ese hombre se levante para pasear la calle, recorrer la plaza y adentrarse en el bosque más cercano para dejar pistas, dominar los espacios y captar todos los olores y uno más que se hallan a ras del suelo y vienen y van a merced del viento.
Se está a gusto entre ellos, muy a su lado, sintiendo la quietud de la tarde, agradeciendo la luz de las farolas que iluminan la noche con sus nieblas, escuchando los latidos de los dos compañeros y amigos, en este instante, al unísono, y, mientras los personajes del fondo del cuadro se adentran en la tarde fenecida y se alejan, yo me quedo en silencio para escuchar las voces calladas, misteriosas, pacificadoras y elocuentes como pocas, que suponen y significan el mejor de los oasis de la vida en un tarde gris, acaso con un deje cierto de tristeza y melancolía.
Al final me alejo yo también, porque debo ir a mis asuntos, pero en el camino me doy cuenta de que van conmigo, el viejo y el perro, más dos miradas que han hecho nido muy dentro, y grito al cielo una oración laica: gracias, amigos, por el calor de vuestras miradas en estos días de niebla en los que la política hace estragos

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