miércoles, 3 de diciembre de 2025

LIGERO DE EQUIPAJE

 



Da pereza ir a la peluquería a que te corten las greñas y te quiten casi medio kilo de pelo que te sobra, y de ahí la grata sorpresa de sentirte nuevo y a gusto, ligero de equipaje. Acto tan insignificante en la vida adquiere un gesto de enorme significado al trascender la anécdota. Porque si lo amplías a otros muchos ámbitos del vivir te das con la magnitud y hondura del sentido que ello tiene. Ya no te caben más libros en las múltiples estanterías, y discos, y fotos, y las paredes, por aquello del horror al vacío, horror vacui, están llenas de cuadros, como todos los lugares más insospechados, en donde lucen las cerámicas, gusto de la casa durante largas temporadas, hasta decir: basta ya. Y dada la mucha altura de la edad, ves que te va sobrando todo, y empiezas a rebajar la carga y un buen día llevas al Centro Cívico un lote de libros que dejas en el vestíbulo en una mesa preparada para ello, y vuelves a los diez minutos y te llevas una sorpresa alegre de que hayan desaparecido, por lo que te animas a seguir dejando huecos en las estanterías, lo que permite, a los que dejas, estar más cómodos y no tan apretados.
Alargas el pensamiento y le das vueltas a irte despojando de otros objetos que ya no te llevarás contigo a la tumba cada vez más cercana, y comienzas a mirarlos por última vez porque tendrás que irte despojando y liberarte de ellos.
Fuera pelo, fuera lo que sobra, fuera lo que has ido atesorando con el tiempo, demasiadas baratijas, muchas veces, basura, y te preguntas para qué y por qué motivo y razón alargar su posesión que puede llegar a enfermiza, pues no tiene sentido alguno tu dominio absoluto sobre ello. Por eso nunca he entendido que haya gente que su mayor afán desmedido en la vida sea acaparar millones de euros cuando con uno y poco más se puede vivir toda una vida dignamente.
Lo aprendí del bueno y sabio y excelso poeta Antonio Machado:
Y cuando llegue el día del último viaje
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Sí, ligeros de equipaje, casi desnudos, como los hijos de la mar, como los que no tienen nada para unirnos a ellos en algún momento de la vida por elemental solidaridad.
Nota no tan al margen para ceder autoridad literaria a mi admirado Manuel Vicent: "Todos los sabios y todos los clásicos enseñan a la renuncia, a ir despojándote de las cosas que te sobran, a echar el lastre, porque al final ves que se puede vivir con muy poco, y se puede escribir con muy pocas palabras. Descubres que la gente, cuanto más desnuda está, más se ve; mientras que cuanta más ropa lleva, menos se ve. En literatura pasa lo mismo, cuanto más simple escribes, más se lee, más profundo eres. Pero esa renuncia a las cosas que te sobran, y que al final se puede vivir dignamente con lo mínimo, es algo que se aprende casi cuando ya no hay remedio".

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