En tiempos de gran polarización como la actual y temor de tocar algunos temas en la conversación aun en familia es urgente afinar el juicio, dotar a los argumentos del peso específico más elemental y el uso necesario en todo momento de la inteligencia a favor de la verdad.
No he tenido más remedio que enzarzarme en Facebook defendiendo a mi escritor predilecto porque lo considero como uno de los mejores escritores actuales, si no el mejor, y da la casualidad de que he leído con atención y deleite prácticamente toda su obra, no otro que Antonio Muñoz Molina, ante un discurso sobre él basado en juicios con escaso fundamento o argumentos ad hominem que, como dice Ignacio Sánchez Cuenca, catedrático de Ciencia Política, “son buenos cuando no se trata de buscar la verdad, sino de desacreditar al rival”, (y así, en vez de juzgar la obra, se insulta al personaje) tales como que ya es viejo, ¡con 69 años!, un plasta, sin más, que no pudo terminar “El Jinete polaco”, que no será tan bueno porque no le han concedido el premio Cervantes, santo Dios, ignorando que a muchos-inmensos escritores de todos los tiempos no les ha caído el premio Nobel. Y así, tan frescos despachamos el asunto, nos despachamos a gusto y ay de nosotros si alguien se atreve a llevarnos la contraria, porque aumenta el nivel de insolencia, vehemencia al por mayor, y más razonamientos pedestres, sin hablar de gustos a los que todo el mundo tiene el derecho de tener y hasta defender, pero ese es otro cantar. Puede que no te guste Picasso y hasta Cervantes o Juan Sebastián Bach, pero de ahí a despacharte a tus anchas diciendo que son unos plastas, que no son para tanto y que además están pasados como pasaron los dinosaurios, y nada tienen que ver con el mundo actual, no me diréis que no es un disparate monumental.
Así que lo primero, dejar la vehemencia bajo llave, tu punto de vista en tela de juicio y a merced de otros puntos de vista más y mejor documentados, desde la duda tan certera y saludable y lejos de las certezas absolutas, que tanto daño suelen ocasionar, y lo segundo dejar y permitir que el otro hable, desarrolle su idea con el tiempo que precise, sin cortarle o estigmatizarle porque no es ni de nuestra cuerda ni de los nuestros y lejos de nuestras ideas más personales y nuestros gustos más queridos.
¿Por qué es tan difícil dialogar y debatir? Porque vamos más a lo nuestro que en busca de la verdad; porque en lugar de escuchar preferimos buscar en nuestros bolsillos las piedras para lanzárselas a quien se atreva llevarnos la contraria; porque nos cuesta meternos en la piel de los otros y nos cuesta descender de nuestro pedestal. Pero reconoce conmigo que hay gente que no se baja de su pedestal ni a tiros y vocifera sus opiniones como si fueran verdades absolutas.
Y necesitamos más que nunca dialogar y debatir de forma pacífica y racional, es decir: sin sacar los puños, usando mucho más la mente dispuesta y predispuesta al raciocinio. Algo tan elemental, por qué se nos hará tan difícil...
Nota no tan al margen, porque hablemos de lo que hablemos hay que levantar la voz contra el genocidio que sufre el pueblo palestino desde cualquier rincón de planeta. Tamaña atrocidad no debe silenciarse jamás. Y cada día que pasa es más insoportable. "Europa ha perdido el alma en Gaza (...) No comprendo cómo hay países que siguen dándole armas a Israel para que continúe matando miles de niños", ha dicho Josep Borrell. Totalmente de acuerdo.
https://youtu.be/xsi-gb3m87U?si=E6TYQdn9asgw9ufX Mercedes Sosa y Soledad Pastorutti - Zamba para olvidarte - (Inmensas las dos)
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