Nos salvamos en las pequeñas cosas o no nos salvamos, porque aunque ganáramos 100 grandes trofeos, 200 medallas de oro..., nada serían en comparación con la sonrisa de uno de tus hijos o hijas cuando tienen unos pocos meses o dieciocho años. Y así todo. Porque además, la inmensa mayoría, estamos rodeados de pequeñas cosas, muchas de las cuales son inmensas, ya digo, como esa sonrisa citada, ese café en dulce compañía, esa mirada de ternura hacia esos cantos rodados tomándose precisamente un café tan minúsculo como inexistente, por no decir los pequeños momentos, de la mañana a la noche, todos los días del año y de tu vida entera que, quitando cuatro por decir mucho, todos son diminutos, muy simples, nada complejos, casi-casi desapercibidos, pero algunos de ellos tan intensos que dejaron huella hermosa en la memoria. Con lo que tenemos que dar razón al autor de la viñeta. “¿Las pequeñas cosas? ¿Los pequeños momentos? No son pequeños”.
Siendo como somos, pequeños, una caña pensante, una ligera brisa que nace sin saber cómo y por qué y desaparece con el motivo más leve y la enfermedad más insulsa, que nos lleva por delante, no podíamos más que estar rodeados de pequeñas e insignificantes cosas y de fugaces instantes, incluidos los que se creen más que nadie y por encima de todos: petulantes, soberbios, magantes, reyes y emperadores por un día, líderes perdidos en la niebla de su grandeza mezquina, también pequeños, minúsculos, banales, a la luz de un milenio, rodeados de pequeñas cosas que se doblan y retuercen, ellos también, por un simple dolor de tripa o un leve rasguño en las partes más sensibles. Ridículos cual chupatintas, que se burlan de lo pequeño, creyéndose grandes e importantes, ya en la tripa de sus madres, iguales como todas las demás mal que les pese, y les pesa de tan ridículos como son y devienen con el tiempo.
Pero por fortuna son las cosas pequeñas las que nos hacen grandes y los pequeños momentos los que nos pueden hacer, y de hecho nos hacen, la mar de felices, siendo la mar, ya lo ves, tan inmensa.
“Son aquellas pequeñas cosas, / que nos dejó un tiempo de rosas / en un rincón, / en un papel / o en un cajón... / Que te sonríen tristes y / nos hacen que / lloremos cuando / nadie nos ve”, que cantó como nadie, Serrat.
Pequeñas cosas, pequeños momentos que han quedado para siempre en algunos de los muchos rincones de nuestra memoria para decirnos de lo que estamos hechos y hasta siendo como esos pequeños cantos rodados, por qué me atraerán tanto, vivir felices y únicos esos preciosos momentos, únicos, insustituibles, con cierta dosis de eternidad.
Ya ves, yo solo quería hacer un homenaje a esta pequeñísima-grandiosa escultura en su pequeñez, por ello, lo más sensato, será volver a la viñeta y dejar que pose y repose la mirada contemplativa dejando entre ellos una media sonrisa.
Nota no tan al margen: Hablemos de lo que hablemos debemos levantar la voz para defender a Palestina. “Dos ONG israelíes acusan a su país de cometer un genocidio en la Franja”. A los que deseamos que el peso de la Justicia Internacional caiga sobre Netanyahu y algunos de sus ministros, esta noticia nos alivia y alegra. En contra de los que se pasan la vida discutiendo si son galgos o podencos: Es genocidio. Muy de acuerdo con esas ONG.
https://youtu.be/UWVns-3nWOs?si=dK8-ybgW4pALEGE3 'Aquellas Pequeñas Cosas' Serrat y Soledad Pastorutti ¡Qué pequeñita canción más maravillosa! ¡Y qué interpretación a dúo, santo cielo!
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