Podemos atravesar todos los mares del planeta y recorrer las calles y plazas de las más bellas ciudades con sus hoteles y restaurantes de muchas estrellas y cinco tenedores. Y todo maravilloso y digno de mencionar en todos los corrillos y mentideros ya de vuelta. Todo lo que tú quieras imaginarte.
Pero ante un plato así de sencillo y austero: unas humildes sardinas bien rebozadas, como esas, con la alegre compañía de unos estupendos pimientos de Padrón, ojalá no faltara un buen Ribera, y algunas citas de los primeros grandes filósofos que andaban siempre en busca de la felicidad y la encontraban en las cosas más sencillas de la vida, uno se reconcilia con la vida para siempre. Una exquisitez para el cuerpo y unas palabras sabias para el alma.
Sí, para qué más. El amor a las cosas sencillas, las cosas pequeñas, que acaso tengan el significado y la magnitud de las cosas grandes, pueden salvarnos en esta salvajada consumista y alocada en la que nos han metido, nos hemos metido.
Un bocadillo de sardinas o de tortilla bien hecha con hambre de dos días es seguro que se agradece más que un kilo de percebes o una docena de ostras que costarían un riñón. Y si te acuerdas de Gaza, ni te cuento.
La gran verdad es que, como dice la primera línea del excelente libro Josep María Esquirol “Humano, más humano”, del que he hablado más de una vez, “Se necesita poco para vivir. Pan y canto”. En el pan incluimos el pan nuestro de cada día, la casa, el padre y la madre, el cobijo, todo miedo lejano, en donde lo humano se hace más visible y cercano, más profundamente humano, más entrañablemente dulce y tierno. En el canto va la celebración, la armonía del mundo, el encuentro festivo, la alegría de vivir. Lo dijo mejor que nadie el poeta Claudio Rodríguez al terminar así uno de sus poemas: “Miserable el momento si no es canto”, porque si la felicidad no llega en cada momento para qué ese momento, para que la vida hecha de instantes abiertos a la celebración de la propia vida.
“Se necesita poco para vivir..., nos dirá Esquirol en las entrañas del libro citado, ese poco es una maravilla: pan, casa y canto”. No le des más vueltas y te vuelvas majara, porque eso nos pasa cuando queremos arrebatarlo todo a la vida y más cuando ese todo en el noventa por ciento es superfluo. Algunos de los primeros grandes filósofos nos dejaron bien clara la lección y buen testimonio, cultivaban la austeridad y todos valoraban la sabiduría como el mayor regalo de los dioses o del azar.
Vuelve a la imagen y saboréala, que tiene su aquel. Y de paso recordemos las inmensas lecciones de José Mugica, hombre bueno, sabio y austero hasta la médula. Espejo donde mirarse los políticos y de paso todos nosotros.
https://youtu.be/GATKGsjcMtQ?si=ZnQHW6gscd1d2pXk Natalia Lafourcade y Lo Blondo 'La Sandunga' Alondra de la Parra
Qué bien sabe una sencilla comida en buena compañía. Hay malvados que no deben de tenerla y por eso no les importa hacer morir a la gente y a tantos y tantos niños de hambre. Lástima que ellos mismos no murieran de la misma forma. No estamos en un mundo "humano" por desgracia.
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