“Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?”. Claudio Rodríguez
Pertenecen estos dos versos al primer libro de poemas con el ganó el premio Adonais de poesía, cuando tenía 17 años, quien estaba predestinado a ser uno de los grandes poetas del siglo XX, Claudio Rodríguez.
Dos versos que deslumbran porque fascinan.
Alumbran porque encienden, dan calor, estremecen de gozo y te animan a repartir, compartir, esparcir.
Iluminan el territorio del espíritu para seguir adelante haciendo camino al andar y dejándote llevar por la inspiración sublime de estos dos versos. Y tenía 17 años...
Y así:
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?
Hay que seguir nadando río arriba o a favor de la corriente de los versos.
Si tú te llevas la mayor parte de la tarta, ¿no te das cuenta de que nos quedas al verlas venir, sin apenas postre que llevarnos a la boca?
Si tú la tierra y sus porciones te las partes y repartes solo para ti y los tuyos, siendo de todos, como el agua del río, la luz del sol, las montañas y los mares, ¿no piensas por un momento, y te remuerde la conciencia por los siglos de los siglos, reconociendo que solo te pertenece una pequeña parte, como a todo hijo de vecino? ¿Por qué tiene que arrebatar Putin una porción nada desdeñable a Ucrania? ¿Y quién entiende que la franja de Gaza termine siendo campo de golf y hoteles de lujo turístico tras la expulsión de sus moradores, los dueños de su tierra y de sus casas destruidas, esa es otra, en su mayoría? ¡Abajo los imperios, los emperadores, los tiranos y los genocidas! Las cosas pintan feas, que Dios nos coja confesados. Si tú la tierra...
Si tú te adueñas de la sombra entera, despierta de una vez, déjate enseñar por quienes saben compartir, y no permitas que los demás se torren al sol que más calienta y derrite a veces hasta las meninges.
Si tú abres el paraguas y no lo compartes con tu pareja como Dios manda, para que a ella no le caiga ni una sola gota, cómo tienes la jeta de pedirle al llegar a casa que te ponga la cena en la mesa y el sexo en la cama como si tal cosa, sin que se te caiga la cara de vergüenza.
Aprende de una vez por todas, que la luz es para todos, como el sol, el agua, la tierra, el aire, que cuando viene contaminado hay que ir al origen del problema: enmendar la plana y exigir de los gobiernos que cuiden mejor el aire y el mejor gobierno de la cosa pública.
Y tanto que, ya puestos, ni siquiera los hijos, tus hijos, son de tu propiedad, porque como cantara el poeta, son hijos de la nostalgia de la vida por sí misma, no vienen de ti sino a través de ti, y no te pertenecen. Y así, tu mujer, ¿cómo se te ocurre pensar, decir y hasta obrar en consecuencia: “la maté porque era mía”? No tienes vergüenza, ni perdón de Dios, ni de los hombres y sobre todo de las mujeres. Eres una alimaña... Ya ves lo que dan de sí dos versos prodigiosos. Por tercera vez lo digo, para que no se nos olvide:
“Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?”.
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