Por la mañana la lectura de un encuentro-entrevista-retrato-reseña-reportaje de la periodista María Ovelar al chileno A. J. Ponce por su libro “Vivero. Instalaciones sobre el ritmo, lo senil y lo vegetal” que va de los cuidados durante cinco años del escritor a su padre, enfermo de Alzheimer, a quien baña, viste, alimenta y sostiene. Ha sido galardonado con el Premio a las Mejores Obras literarias 2022 en Chile.
Y por la noche, en familia y en casa, la película de Celia Rico, “Los amores pequeños”, que son como la confluencia de dos astros y la explosión en mi mente, ymis sentidos, y mi alma se atempera de estos milagros del arte y las ideas.
Hay en el testimonio del escritor ideas que subrayar y que sería delito no detenerse hasta que hagan nido o fuego: “Llegué a quererlo mucho más enfermo que sano. Había fragilidad, juegos e intimidad. Nunca tuvimos conversaciones tan profundas como entonces”. Curiosa la dualidad del entramado del libro: el cuidado de su padre y el de las plantas. Y excelsa la idea de que no hay que infantilizar a los mayores porque no son infantes, y la de aprender a cuidar de su padre mientras aprendía a cuidar de las plantas. “Es otro tiempo otro ritmo, pero en el fondo una nueva ecología de los cuidados basada en la empatía y la conexión con el entorno natural”. Recordé, cómo no, lo hace la periodista también, dos libros que leí en su día, extraordinarios en todos los sentidos, en el arte de escribir y en la relación de padres e hijos, con el cuidado exquisito de uno y el recuerdo hondo y lleno de afectos del otro: “Patrimonio” de Philip Roth y “El olvido que seremos” de Héctor Abad Faciolince.
Y una última cita para pasar al otro astro de la noche: “El cuidado, dice A. J. Ponce, no es una cosa bonita. Hay mucho dolor, y no solo tiene que ver con que mi padre se estuviera extinguiendo. También hay dolor físico: hay manotazos, porque el cuidado es un antagonista”, y ya sabemos que algunos de estos enfermos se vuelven un tanto agresivos. Todo menos bonito porque es muy doloroso.
Por la noche, ya digo, la película citada “Los amores pequeños”. Merece la pena retener el nombre de la directora, Celia Rico, en estado de gracia, dirigiendo a dos grandes artistas y mimando cada escena, muchas de ellas darían de sí para largos análisis y debates en un buen cineforum. Tampoco se puede decir que la relación de madre e hija sea bonita, porque no lo es, es compleja, como la vida misma, áspera en ocasiones, y en ocasiones de una finura y delicadeza en los cuidados además de una ternura excepcional cuando aflora lo mejor de madre e hija. A Adriana Ozores, siempre la he admirado y a María Vázquez, no tenía el gusto de conocerla, y debo decir que las dos están superlativas, metidas en su papel, haciendo grande lo pequeño, y obra de arte lo cotidiano. No he visto nunca hacer un uso tan fuera de serie del móvil como en esta película, que en su manejo nos va contando una historia paralela de la hija con su pareja actual, al que no vemos, por lo que obliga al espectador a crear y recrear la historia con los leves y rápidos mensajes que se nos va dando. Una maravilla, como la relación con el joven pintor, las trifulcas con la pintura de la casa, las lágrimas inventadas y las reales, el reclinar la cabeza de la hija en el regazo de la madre para despertar en la misma actitud ya sola... y tanto y tanto, muy sencilla nada compleja, pero muy profunda y haciendo un retrato de los cuidados y la cotidianidad de un trozo de la vida de los personajes, que en su final quisieras que se alargara, hasta que te das cuenta de que no hacía falta más. La volveré a ver en breve para seguir con mi particular cineforum. Esta, me parece, la mejor recomendación, a la que estaba tentado. Y habrá que leer el libro.
https://youtu.be/b8UywOCXYz4?si=6Vi-QIlpJmOcHaX3 Santa Maria de la mer : STRATO-VANI
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