• Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero…, en el frente de la paz, primera línea… de buen fuego, donde se come bien y se vive mejor, lejos de todo combate, alejado de toda metralla, lejos de todo contrasentido y alejado de todo contra-dios que es lo que es toda guerra. Mis maestros son: el autor de El Lazarillo de Tormes, La Celestina, El Arcipreste de Hita, Cervantes, Machado, Lorca, Miguel Hernandez…, hasta Antonio Muñoz Molina, a quien he leído casi toda su obra y Emilio Lledó, o Nélida Piñón, a la que estoy leyendo en estos días, Emily Dikinson, José Hierro, Claudio Rodríguez y un larguísimo etcétera; y muy lejos de otros de acá y de allá, por ejemplo, periodistas que claman a grito abierto, desde la mañana a la noche, y atacan a quienes no comulgan con su ideas de odio e intolerancia…, me ahorro el nombrarlos. Y si pasamos al territorio de la política, no diré esa memez de que todos son iguales, porque es mentira, no quiero que me busques, porque no estaré, donde muchos, que no nombraré, porque me dan náuseas quienes de derechas arremeten contra los políticos de izquierda y algunos de izquierda contra todo lo que huele hasta de lejos a fascismo. Lo siento, pero no quiero entrar en esas guerras inútiles y destructoras.
• Si me quieres encontrar, y me conoces, no te será difícil. Más al lado de los vencidos que de los vencedores, más con los de la última fila y la del medio que los engolados de la primera marcando paquete y condecoraciones, más junto a los humildes y mansos de corazón que del lado de los fanfarrones, soberbios de misa y olla, dogmáticos y apocalípticos. Pero no me preguntes por unos o por otros, preferentemente políticos, pregúntame por los valores que más estimo y por los que más trabajo en mis adentros, y qué contravalores, a bote pronto, me repugnan más, o rechazo con vehemencia y hasta me dan ganas de vomitar. Por ejemplo la estupidez del Dalái Lama al obligar a un niño besarle en la lengua y ver cómo aplaudía y reía el público. ¡Santo Dios! Y algunos más de toda índole y condición, aunque son los menos frente a la inmensa mayoría. Quienes me leéis ya sabéis de qué pie cojeo y cuál es mi mano preferida.
• Si me quieres de verdad, dímelo de vez en cuando, ya sabes de memoria cuánto se agradece, y no hace falta que me dores la píldora, pero dímelo. Estupendo que estés junto a mi lado, y mucho mejor sin hablar en exceso que, aunque me guste escuchar, me canso y me encantan los silencios hasta en la música, que hasta ella queda enaltecida con ellos. Y como el querer y el amor tienen mucho que ver con la amistad, déjame decirte que una de las cosas que más aprecio de este mundo es que amigos te inviten un largo fin de semana a sus casas, y para conocer la ciudad, el pueblo y la zona que desconoces te hagan un díptico con un plan a seguir, mapa incluido, para conocer los mejores rincones, buenos restaurantes y te hagan algunas comidas especiales en su casa. Eso no tiene precio y a mí me derrumba, quiero decir, que lo valoro y lo tengo como uno de los grandes dones que me regala la vida y no sé cómo agradecer tanto.
• Si me quieres contestar, gracias anticipadas pero más gracias si lees despacio y boli en ristre, para subrayar y así poder contestar a derecho, tanto si es a favor como si es en contra, sin salirse por peteneras arremetiendo contra lo que no está escrito, ni siquiera entre líneas, y debes saber que, cuando me contestas, me produce en general una inmensa alegría y ese día se viste de fiesta. Uno es así.
https://youtu.be/WubToRFKcdY Marina Rossell - Si me quieres escribir. (A la Rosell la admiro desde siempre)
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