domingo, 5 de diciembre de 2021

DARÍA LA VIDA... ANDA, DILO

 

(Dedicado, con todos mis respetos, a los muy patriotas)
No lo grande, sino lo pequeño, no lo grandioso, sino lo minúsculo, no el universo tachonado de estrellas y de infinito, sino este rinconcillo en el que descansa tu alma y es feliz y tu cuerpo disfruta saboreando un simple helado de fresa.
Como somos lentos en aprender el fondo de las cosas, lo soy, y pocas veces somos puntuales a la cita, debo repetirme y repetiros el soberbio y brevísimo poema, del escritor y poeta mejicano José Emilio Pacheco, Alta traición: “No amo mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad deshecha, / gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / y tres o cuatro ríos. Fabuloso en su pequeñez chiquita”. El primer verso es una declaración de intenciones que te deja con el alma doblada, y da un argumento invencible, pues toda palabra grandilocuente y abstracta es incomprensible para nuestros cerebros de hormigas a ras del suelo, por mucho que levantemos la voz y llenemos de banderas el cortijo. Todo tú te conviertes en ternura y admiración por un hombre que daría la vida por algunos territorios y hermosos paisajes, alguna gente, un puerto, un bosque... y tres o cuatro ríos, verso feliz final del poema. Pero lo grandioso y lo abstracto no sirve para quienes somos felices con las cosas de andar por casa en zapatillas. Vuelve sobre él y me cuentas.
Y ahora ya podemos alargar el discurso y profundizar hasta donde las neuronas lleguen. En uno de los tres libros de Josep María Esquirol, que leí, los tres, en primavera y releí en verano, por eso no hago más que volver y volver, le dedica un capítulo a comentar el tema que nos traemos entre manos: el mundo de lo abstracto y lo concreto a partir de un personaje sin igual: San Francisco de Asís. “Francisco no habla de la naturaleza -concepto abstracto- sino a cada una de las criaturas. No el bosque indiferenciado, sino los árboles. Concreción. No la hermana naturaleza, sino el hermano sol, el hermano viento... El hermano debe ser algo concreto, no algo general o abstracto. Mal que le pese al ecologismo actual, hay que darse cuenta de que Francisco no era amante de la naturaleza, sino de las criaturas de este mundo. No la naturaleza, sino estos cipreses, estas nubes, esta mariposa, estas hormigas, estas golondrinas que hay bajo la cornisa de casa”. Después de esto cómo te vas a escandalizar cuando Emilio Pacheco comienza con un rotundo: No amo mi patria, pero hace lo que debe hacer un patriota: amar la plaza y la calleja, el bosque y el riachuelo, el niño que pasa corriendo y el abuelo que le sigue con la lengua fuera, y a aquel tan distinto de tu forma de ver, vestir, ser y caminar por la vida a su aire. ¿Cuándo entenderán algunos que el verdadero patriota es el que está dispuesto a dar la vida por los ciudadanos de su patria? ¿Cuándo? Y si no la vida, no querer machacarlo y que se vaya a toda costa lejos-lejos, que ya sería no poca cosa.
Lo dicho: Daría la vida... anda dilo. Y déjate de soflamas dirigidas a los que ponen cara de escuchar soflamas.
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