jueves, 24 de junio de 2021

NO NOS HAN EXPULSADO DE NINGÚN PARAÍSO

 


Se agradece leer lo que has pensado muchas veces o escucharlo igualmente, te ayuda a pisar tierra firme, que no estás solo, que hay alguien ahí, como tú. Me ha pasado hoy con unos versos de Emily Dickinson y una reflexión de Josep Mª. Esquirol en su tercer libro que he leído en estas últimas semanas “La penúltima bondad-Ensayo sobre la vida humana”, aunque me quedo con el excepcional “Humano, más humano”.
Los versos de la poeta estadounidense son deslumbrantes:
“No me gusta el Paraíso
porque es domingo, todo el tiempo,
y el Recreo... nunca llega”.
En el caso de haber existido, que no es el caso, hubiera sido de una felicidad tan insípida y aburrida que a la postre se convertiría en insoportable, sin pasiones, sin deseos, cómo desear algo si lo tenían todo a mano y a pedir de boca, sin ningún esfuerzo, sin ningún trabajo que hacer con sudor, coraje y la satisfacción del deber cumplido y ver la obra terminada, sin poder pensar por propia cuenta, riesgo y juicio crítico y no poder a la postre hacer uso de la plena libertad y comer de todos los frutos del paraíso, porque te caería el mazazo para toda la eternidad. Tampoco a mí, como a Emily, la poeta, me gusta que no haya más que domingo todo el tiempo y toda la vida sin el Recreo, qué bello, con mayúscula, como el mayor bien deseado para campar a mis anchas con las amistades de entonces y las de siempre y las que han ido llegando hasta hoy mismo.
Todo ello se une a lo que casi siempre, desde el uso de la razón crítica he pensado y que desarrolla maravillosamente bien el filósofo citado, cuando ya las primeras palabras del libro van directamente a romper el tabú y el mito poético de sobras conocido: “ No nos han expulsado de ningún paraíso. Siempre hemos estado fuera. En verdad y por suerte, aquel paraíso es imposible. Nuestra condición es la de las afueras” Qué gusto y qué a gusto se quedaría el autor cuando se decidió a comenzar así un libro con capítulos excelsos (otros no tanto, con disquisiciones demasiado densas y menos atractivas). Nuestra condición es la de las afueras. Efectivamente, querido profesor. Vivimos en la intemperie y por eso precisamente es tan importante la casa, el amparo, los cuidados, “el cuídate... para cuidar”, que decía yo en un artículo recientemente en este mismo rincón. Por eso es tan importante caer en la cuenta de nuestra situación humana y por ello mismo nada tiene mayor sentido que el cuidado, la generosidad, dar cobijo, apoyo y crear una comunidad fraterna.
Así es, así fue, así será. Porque, ¿en qué paraíso vivieron nuestros antepasados, nuestros verdaderos padres, los reales, los humanos de hace 70.000 o más de un millón de años, los Neandertales y el hombre de Cromañón? La intemperie en ellos no fue una metáfora, porque fue su realidad física y palpable más dura y para los más afortunados, su edén eran las cuevas y la lucha feroz por poder vivir y sobrevivir. Y sigue para muchos la intemperie, la total penuria.
“Ni la perfección ni la plenitud son de este mundo, escribe Josep Mª. Esquirol. Por eso no hay ni edades de oro iniciales ni utopías que se realicen al final de la historia; ni paraísos perdidos ni avenidas de ciudades felices. La atención debería centrarse en las afueras, en nuestras afueras y dedicar toda la energía hacia la creación de esa comunidad”.
Nos ha tocado en suerte lo que nos ha tocado: la vida, vivida como una aventura, en las afueras, a la intemperie, sin más paraíso que el que vamos haciendo desde la libertad, en el trabajo, en el recreo, en la angustia, en el dolor, en la alegría..., y en los cuidados, desde la bondad y la generosidad, fieles a la cita.
https://youtu.be/A085eyrIGAo OBERTURA. Orfeo en los Infiernos. J. Offenbach.

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