viernes, 13 de diciembre de 2019

CUCHILLO JAMONERO


Es el niño más mimado de entre todos los cubiertos, con temporadas de uso constante, en el que se le ve contento y feliz, porque es el no parar, que es lo que realmente él quiere y a lo que aspira a lo largo de su larga vida, si se le afila como es debido. Ser algo y útil en la vida de los cubiertos como todo hijo de buena madre. Y le va todo, porque no distingue con tal de ponerse a la faena. A mí me gusta cortar el jamón con él, pero de igual forma los tomates, por ejemplo, cuando son grandes y hermosos -como los de mis amigos de Boecillo, gracias- y con cuatro o cinco rodajas llenas un buen plato, igualmente toda clase de embutido. Siempre tengo a mano la piedra de afilar, su inseparable compañera, que me la trajo de El Bierzo una amiga, de parte de su madre, que distinguía bien unas piedras de otras, y esta es única para ponerle a tono, y dispuesto a realizar bien la faena. Advierto como cierta envidia en el resto de los cubiertos, porque aunque pareciera que duermen el sueño de los justos, no es verdad, es algo que no les apetece nada en absoluto, quieren salir del nicho, están deseando sentarse a la mesa o servir en la cocina para todo aquello que sus dueños tengan a bien. Y por eso cuando abres el cajón, no falla el revuelo saltarín que se organiza, hasta que ven que la mano escoge al niño mimado, una vez más al predilecto, y deben conformarse de nuevo, hasta que se organice algo especial y salgan de esa cárcel oscura, como toda cárcel que se precie, a probar el aire de la casa, a degustar los buenos platos cocinados al estilo de siempre al que se han acostumbrado y tanto deleite les da.
En cuanto he llamado a este cuchillo, niño mimado, se ha puesto de pie mi memoria para devolverme al niño que fui en mi mimada niñez y larga adolescencia, pues en casa fui el niño hasta los 18 y más, el hermano pequeño de seis, que recibía por serlo más de un coscorrón, pocos a decir verdad, y muchos mimos de padres y tíos, que siempre estaban al quite para defenderme, porque “al niño no se le toca”.
Por eso son tan importantes las cosas que nos rodean, que nos traen y nos llevan, de los recuerdos más lejanos hasta llenarlos de nostalgia cuando pensamos que nos sobrevivirán y hasta ellas mismas, ley de vida, terminarán olvidándose de nuestra sombra que algún día fue reguero de luz en sus vidas inanimadas, pero de tanta elocuencia desde su silencio sonoro.
Llegado a este punto no puedo por menos de recordar, siempre es así, los versos maravillosos de Juan Ramón Jiménez, llenos de nostalgia y sana quietud:
“Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco...”.


... https://youtu.be/BdfyVuYb_lo La vie en rose Michael Bublé - Cécile McLorin Salvant. No, no es una versión más, y las hay prodigiosas. No os perdáis el dúo de ella y él.

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