viernes, 15 de noviembre de 2019

EL PAÑUELO, ESE COMPAÑERO FIEL


Y tan fiel que soy incapaz de salir a la calle sin él, siempre en el bolso izquierdo del pantalón, no de adorno en la chaqueta que casi nunca llevo, y en el derecho algún dinerillo, porque me sucede lo mismo que con el pañuelo. Hace años escribí un artículo sobre la visera de mi padre, que pretendía ser un retrato a plumilla, como todos los míos, sencillo y de andar por casa en zapatillas, y le dediqué al pañuelo solo unas líneas que hoy quiero ampliar, porque se lo merece. Yo uso también kleenex, porque soy mocoso por naturaleza y suelo coger unos refriados que tiembla el firmamento, y no exagero, el año pasado 22 días con la gripe A, y este año, en cuanto se despidió el verano y llegó el otoño, ya me están rondando el picor y dolor de garganta, toses y mocos por doquier. Pero fuera de ello, nada como el pañuelo de tela, y bien planchado, claro está.
Mi padre usaba pañuelo, y aunque lo suyo era la chaqueta, siempre en el bolsillo del pantalón ¡cómo iba a lucirlo en la chaqueta, por favor, un labrador de Tierra de Campos de tierra!, y yo he salido hasta en eso a mi padre. Nada me gustaba más como limpiarme los mocos con su pañuelo, yo no usé pañuelo hasta que estuve cerca de la adolescencia, los niños no usábamos pañuelo, y el de mi padre, suave como de algodón, olía bien, acaso a sudor y a tabaco, pero siempre estaba limpio, mi padre nunca se limpiaba los mocos, porque nunca los tenía. Cuando leí el extraordinario libro de Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos, me acordé de la visera y del pañuelo de mi padre. Tras la visera yo veía a mi héroe, como veía el escritor Héctor a su padre y el pañuelo concentraba su olor todavía vivo en el recuerdo. Esto mismo podría decir yo y no importa que mi padre fuera labrador de Tierra de Campos y el papá de Héctor médico en tierras americanas: “Yo amaba a papá con un amor animal, escribe el autor colombiano. Me gustaba su olor, y también el recuerdo de su olor, sobre la cama, cuando se iba de viaje, y yo les rogaba a las muchachas y a mi mamá que no cambiaran las sábanas ni la funda de la almohada. Me gustaba su voz, me gustaban sus manos, la pulcritud de su ropa y la meticulosa limpieza de su cuerpo…”.
Yo amaba a mi padre con un amor animal y racional, y aunque mis hijas siempre me llaman papá, yo a mi padre nunca le llamé papá: “Padre de pana y de sudor vestido. / Padre pecho velludo y de alta estirpe. / Padre frente terrón de los barbechos. / Padre varón fecundo en cinco hijos” (mi padre tuvo seis), que dice Arcadio Pardo en un poema modélico y de una fuerza poética extraordinaria, sin apenas adjetivos. ¡Qué poderío! Me gustaba su olor y el olor de su pañuelo y yo notaba su felicidad al ver cómo me limpiaba con él. Me gustaban su olor, su voz, sus manos, su talante y su talento en lo que se traía entre manos, su mansedumbre...: me gustaba todo de él.
No soy amigo de cementerios, pero mi memoria le es fiel, y solo basta la foto de bodas de la mesilla o el simple hecho de sacar el pañuelo del bolsillo para que, con mucha frecuencia, me acuerde del pañuelo siempre limpio de mi padre, que como he dicho: olía bien, acaso a sudor y a tabaco, y su sudor y su tabaco me gustaban, porque era el sudor y el tabaco de mi héroe. Hoy saldré a la calle y me acordaré de ellos en cuanto toque el pañuelo.
... https://youtu.be/pQfv3422Jio Susana Rinaldi. Malena. Esta canción les gustaría, tanto como a mí y a ti, probablemente.

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