lunes, 1 de abril de 2019

¿VALE?


¿Vale? Y ¿vale? Y más ¿vale? Al final de cada frase, se me antoja una de las peores y feas muletillas, que detesto.
¿Vale?, como diciendo: a ver si te enteras de una vez.
¿Vale?, para que veas qué bien me explico y te explico todo eso de lo que tú no tienes idea.
¿Vale?, y lo único que tratan de venderte es la última crema hidratante del mercado.
¿Vale?, con lo fácil que sería decir: ya sabes, reconociendo y celebrando que el interlocutor no es un pobre ignorante y necio o no decir nada y seguir el discurso sin muletilla tan fea.
¿Vale?, no te esfuerces en repetirlo que ya sabemos a ciencia cierta que vale, pero te agradecemos que no insistas, lo mismo que cuando, a cada frase, en discusión acalorada, alguien te suelta: “perdona” y si dices: no estoy muy de acuerdo, te larga tres “perdona” seguidos que te derrumba y te dan ganas de no perdonar a nadie a cien kilómetros a la redonda siempre que sean de la misma escuela.
¿Vale?, porque no todo vale en el sentido de precio, pues bien sabes, siguiendo al maestro, sabio, bueno y además poeta, don Antonio Machado, que no debe confundirse valor y precio. Precio es el de las patatas y el rodaballo, y valor es lo tú vales sin necesidad de que nadie te pese en la báscula. Como el arte, en general, que nada vale y ¡tanto vale! ¿Qué seríamos sin la poesía, la música, el baile, los libros, los sueños, un atardecer en el mar y una amanecida en el valle?
Pero hazme el favor, yo lo intento, deja las muletas y las muletillas bien aparcadas, que se anda mejor sin ellas, más suelto, sin añadidos pegajosos que se adhieren como lapas y dejan al discurso en pañales, desmayado, sin nervio y lo peor de todo sin tener en cuenta a quien tienes en frente con su sabiduría, similar a la tuya, con sus opiniones, posiblemente un tanto diferentes en algunos temas, probablemente muy de acuerdo en lo esencial de casi todo y los fundamentos de la vida.
¿Vale? ¿Vale? ¿Vale? Ya lo sabes: a la papelera, lo que te va a permitir ir al grano, sin adornos que no adornan ni expresiones que nada expresan, y una vez que hayas dicho lo que tenías que decir: te callas que se está más guapo, más guapa, para que el otro tenga vela, la suya, en el entierro.
Y lo mismo podríamos decir de: “Bueno”, al comienzo de cada frase, “o sea”, “¿me entiendes?”, “escúchame”, “yo, sobre este tema, tengo mi visión particular”, que es lo que todo el mundo piensa desde el paleolítico, qué risa: mi visión particular, “¿me explico?”, “¿lo pillas?”, “¿sí?”, “¿no?”, al final de cada frase, “¿ya?”, “no es porque yo lo diga...”, “digo yo”, “qué quieras que te diga...”, y el terrible y cansino de los políticos: “como no puede ser de otra manera”.
¿Vale? ¡Qué horror”. Yo también tropiezo.
Nota no tan al margen: Una cita del gran Carlos Boyero sobre las retransmisiones del fútbol. “Es un universo de frases hechas y lugares comunes con capacidad para provocar en el receptor el sonrojo, el estupor, el hastío. No solo irrita la letanía de estupideces que escuchas, también el tonillo cutre y patán que les acompaña. Puedes oír cosas tan involuntariamente bobas como: “Llevamos cinco minutos de partido y ya tenemos claro que los dos equipos quieren la victoria”. Se supone que es un profesional el que ha llegado a conclusión tan sofisticada”.

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