lunes, 18 de febrero de 2019

NO CONDENEMOS, SIN MÁS, EL ABURRIMIENTO


Durante mucho tiempo el activismo se nos ha ido metiendo tanto en nuestra piel que hemos rizado en exceso el rizo y nos hemos pasado demasiados pueblos en el empeño. Le hemos dedicado quizá demasiados libros y cientos de charlas, planes, programas y proyectos sobre el envejecimiento activo, por ejemplo, sin dar la vuelta a la página y ver el otro lado con otras opciones, otras posibilidades complementarias. Una de ellas: pensar de vez en cuando en las musarañas dejando a la mente quieta, en paz y en perfecta armonía con la sola luz de las estrellas, sin moverse, ni agitarse, ni estar de acá para allá con el resuello desbocado, estar sin estar o estando en Babia, uno de los paraísos más increíbles del paisaje leonés, o estar al acecho de que las musas regresen con una espléndida cosecha.
Pues lo mismo sucede con los niños. El afán de los padres es que no tengan ni un momento libre, y así se les programa la tarde con multitud de actividades extraescolares, interesantes, casi todas, ¿pero sólo ellas necesarias?
Por ello es de agradecer cuando nos vienen en nuestro auxilio algunos psicólogos, estudiosos del tema, para iluminar nuestros comportamientos, muchas veces no tan correctos.
“No sé qué hacer”, “estoy aburrido”, “¿qué hago ahora?”. Son frases que solemos escuchar de los niños cuando ellos mismos se topan con un tiempo vacío, sin una actividad programada o sin algún dispositivo al cual enchufar esas horas que, en un primer momento, parecen desiertas del “hacer”, escribe Claudia González, que ha estudiado el tema en cuestión y señala: “Ese tiempo algo más vacío es valioso porque es cuando se abre la puerta a las cosas propias de cada niño: a sus invenciones, sus fantasías, a las ideas de lo que puede hacer frente a lo no determinado por los adultos. El aburrimiento, pasado cierto umbral, permite que surja lo nuevo y, de alguna manera, un qué hacer más personal de cada niño”.
Siguiendo esa estela, ya conocéis mi debilidad: la de seguir a los mejores y quedarme un rato, al menos, a su lado y bajo su sombra benefactora, nos hará ver el otro lado de las cosas, que todas las tortillas tienen su dos lados: del aburrimiento que pareciera a primera vista que lo mejor y más sano es huir del él como del diablo, acaso no sea lo más inteligente y así quedarse a su lado algún tiempo nos permitirá, como a los niños, ¿por qué no? tener que echar mano de la fantasía a ratos, de la imaginación otros, y si tardan las ocurrencias, no desesperar, que la inspiración y las buenas ideas llegan también cuando la mente está en blanco y descansando en contra de Picasso al que he citado hasta la saciedad porque yo también he pecado de acelerado activista.
“Es que me aburro”, pues bueno, ya sabes que no es una desgracia, ya se pasará y tal vez lo que llegue sea bastante mejor. Prepárate para cuando llegue.
Nota no tan al margen: Otra cosa es que en el colegio (como cuando de mayor preparas oposiciones) tanto los que suspenden, como los que aprueban, como los que sacan sobresalientes se aburren como ostras. Porque ese es otro tema y ese es otro aburrimiento muy diferente.
Hoy mismo comía con unos amigos y le deseábamos, al alimón, a uno de los cuatro, que se aburriera un poco, seguros de que le vendrá bien.

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