sábado, 24 de noviembre de 2018

UNA HISTORIA DE DOLOR, HUMOR Y AMISTAD




Estaba esperando la muerte, tal y como le había diagnosticado el doctor, el cáncer se estaba ramificando por todas las vísceras de forma precipitada. Se llamaba Julián, y solo tenía de compañía a un perro viejo y cojo, que le acompañaba en su soledad, estaba divorciado, el único hijo vivía lejos y el más amigo, Tomás, acababa de llegar a Madrid, desde Canadá, para estar con él cuatro días que iban a marcarlos aún más en su fidelidad y su profunda amistad. Su única preocupación y hasta obsesión era dónde y cómo dejar en buenas manos al perro, porque él tenía que hacer un largo viaje, como había dicho a la primera pareja de mujeres que había mostrado interés, que n dio resultado porque el niño no quería verse tan pronto traumatizado con la muerte del perro viejo que podría ser inminente, como tampoco dio resultado la adopción con otra mujer que manifestó ciertos rasgos racistas, como enseguida vio su amigo y le recomendó que, por favor, no lo dejara con aquella mujer. Se soporta la historia porque junto a momentos de gran angustia y mucho dolor se dan en paralelo momentos de buen humor y mucha ironía. En ese espacio corto de tiempo, cuatro días, se acuerda casi de repente que al día siguiente, o ese mismo día, es el cumpleaños de su hijo que reside en Amsterdam, él vive en Madrid, y le convence a Tomás, su amigo, de que deberían hacer ese viaje, solo un día, para felicitar a su hijo, contarle lo que le está pasando y le espera en breve, aunque no se atreverá a decírselo, ¿para qué?, ¿no será mejor evitarle es dolor y esa preocupación?, piensa, las pocas horas, incluida un rápida comida de compromiso y una relación distante y fría, hasta que al despedirse, casi ni se despiden, pero al instante saca el hijo el encendedor que había prestado su padre en la comida el padre, y tras devolvérselo, sin decirse absolutamente nada se funden en un largo y conmovedor abrazo. Poco después, sabremos que el hijo estaba al tanto de la grave situación de su padre por las noticias recientes que su madre le habría trasmitido. Cuatro días de un canto a la amistad, excelso, entre lágrimas, dolor concentrado, medias palabras y muchos, muchos silencios.
El final espléndido: “Truman” vuelve a ser el centro. Julián (Ricardo Darín) vivirá sus últimos días tranquilo, el perro queda en buenas manos.
Vi la película “Truman”, cuando se estrenó y de nuevo esta noche, en la tele, y las dos veces me ha parecido una obra maestra. Dirigida por Cesc Gay y protagonizada por Javier Cámara y Ricardo Darín.
Todos estos, y más, son los adjetivos que parte de la crítica le dedicó en su día a esta película: “Intensa, trágica, divertida por momentos y siempre resplandeciente, precisa, sugerente, elegante, sutil y compleja, brillante, amable, dramática e irónica, Es una película que llora por dentro, pero reconcilia por fuera. Dos actores en estado de gracia y Darín, más Darín que nunca”.
Yo lloré un poquito, reí un poco más y me emocioné lo suyo. No os la perdáis, una y más veces. Excepcional.

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