sábado, 10 de noviembre de 2018

FÚMATE UNA PIPA, JOVEN


“La contención tiene una función tranquilizante y moderadora porque, cuando se posee esa virtud, no solo se aplica en la relación con el adversario, sino con uno mismo”, ha escrito recientemente la filósofa catalana, Victoria Camps.
Esta idea de Victoria Camps debería servirnos para profundizar con ella en este mundo nuestro en el que abundan el ruido y, a veces, la furia, la vehemencia patriótica y pareciera que hasta odio visceral al adversario que ya no es tal, sino enemigo a quien derribar, vencer y destruir, si hiciera falta.
La contención habría que pedírsela a cada uno de nosotros, como bien dice la filósofa catalana, centrada en uno mismo, cuando estamos a punto de armarla sin demasiado, y hasta poco, sentido, vociferar sin razón, ponernos vehementes cuando no merece la pena el asunto, porque valen más la amistad y las relaciones familiares y de vecindad..., para, a continuación, obligarnos a tener un respeto escrupuloso, desde el padre hasta el hijo más pequeño, pasando por la madre y los abuelos; en el colegio, desde el profesor hasta el último de la fila, en el parlamento ¡ay, esos jóvenes parlamentarios tan jóvenes y bien peinados, o no tanto! y en las tertulias de los medios de comunicación, etc. etc., siendo capaces, siempre, después de un debate airado si lo hubiere, de saber fumar la pipa de la paz. Ya sabes la leyenda india de las tres pipas, te la recordaré, una vez más: Estaba tan enojado que quería aniquilar al compañero y el jefe indio le aconsejo que se fumara una pipa al lado del árbol sagrado y que volviera. Al regresar, ya no estaba tan airado, pero aun así, le gustaría darle una paliza. Pues vuelve junto al árbol centenario y te fumas otra pipa y regresas. Y volvió, eufórico, creyéndose curado. No le daría una paliza, porque me bastaría con dejarle en ridículo delante de todos y dedicarle algunos insultos. Bien, joven, entiendo bien que aún te sientas enfadado, pero antes de ir a buscarle, toma esta tercera pipa y te la fumas al lado del viejo árbol. Después, regresa a verme. Al volver de nuevo ya no se sentía enojado, el enojo se había esfumado y lo único que quería era ir a hacer las paces con un abrazo, no sin antes dar las gracias al Gran Jefe Indio. Eso pretendía, que tú mismo sacaras la conclusión, le contestó.
Sí, ya sé que se dice muy pronto, que es más difícil que todo eso, lo que indica que necesitas o necesitamos, no tres, sino diez pipas o algunas más, dependiendo de la magnitud de la ira y la densidad del peso de alcornoque que llevamos encima.
Ahora que se asoman no tan lejanas las elecciones, ya se ven brillando los cuchillos, subirse algunos por las paredes de la crispación, la exageración y la mentira... Me dan ganas de decirles el verso de Machado: “Camorrista, boxeador, / zúrratelas con el viento”. Contención, amigos, contención.
Nota no tan al margen: Y ahora que he dejado de fumar, ¿por qué me dejo arrastrar por la leyenda india de las tres pipas, nada menos? Pues sí, lo cambiaría por la subida al cerro de enfrente. Y ya lo sabes; al menos tres subidas. Y para que no olvides la cita, cito de nuevo:
“La contención tiene una función tranquilizante y moderadora porque, cuando se posee esa virtud, no solo se aplica en la relación con el adversario, sino con uno mismo”. Victoria Camps.
Contención, por favor, un poco de contención: Señorías, tertulianos, jueces y barberos, barrenderos y presidentes..., y yo, también, por supuesto.

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