martes, 11 de septiembre de 2018

Un mundo al revés

La pregunta que todo el mundo se hace ante esta imagen es la que se ha hecho, nada más mirar, mi amiga Nines Alonso: ¡Cómo estará el burrito! Sí, cómo estará el burro para que el buen hombre le haya subido al carro y tirar él mismo haciendo de borrico. Y es que cuando las cosas van mal pueden acabar mucho peor, como es el caso. Con lo que nos obliga a concluir, así, a bote pronto: este mundo está mal hecho, en primer término, para poder a continuación acercarnos a la raíz del problema. ¿Qué habrá pasado para llegar a este estado? Es decir ¿cómo es la vida de este animal, amo incluido? ¿Qué comen, si es que logran hacer una comida al día? ¿Qué porción les queda a ellos de la tarta que deberíamos repartir mejor entre todos? ¿Por qué los dueños de la guerra han terminado de desmantelar casas y pueblos enteros y dejar vagando a sus moradores perdidos por este áspero y frío mundo? ¿Dónde están los guardianes de la moral, los fabricantes de armas, los grandes patriotas con su dinero en paraísos fiscales, los dirigentes de todos los países, los responsables primeros del mundo y causantes de tanto daño?
Puestas así las cosas habrá que venir a dar que el desorden de estas situaciones proviene de la injusticia radical a la que se ha llegado. Es el “se equivocó la paloma” de Alberti, que por ir al norte se fue al sur… No es posible, pensamos todos, el instinto es más fuerte que todas las equivocaciones juntas. Por eso no entendemos que una paloma se equivoque, aun cuando se equivoque, y concluimos que un fallo del nivel de una enorme catástrofe ha tenido que suceder forzosamente. Por eso no entendemos un mundo al revés, un mundo así de desordenado e injusto.
Tiene 32 años, posiblemente, y pareciera pasar de los 60. El burro es viejo y ya no puede con su alma de la vida perra que le ha tocado en suerte y eso que al nacer, ambos, fueron cuidados con todo el amor del mundo y todos los mimos inimaginables: la mejor leche y las caricias más tiernas. Y él, sacando de debilidad fortaleza, se ha arremangado y se ha puesto entre las varas del carro para tirar por la vida adelante. No había otra.
Ante estas situaciones a mí no me queda otra salida que pensar que este mundo está muy mal hecho y que nos coloca ante la disyuntiva de dejarlo así, que siga su marcha de desorden, injusticia y asco o hacer todo lo posible, y hasta lo imposible, para obligarle a cambiar el rumbo. Y de paso repartir mejor la tarta, ¿qué cómo?, pues, por ejemplo, votando a quienes suelen repartirla mejor y no se llevan a sus bolsillos lo que es de todos.

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