martes, 3 de julio de 2018

UNA NIÑA DIBUJA A SU MADRE MUERTA


“En Irak, una niña hizo un dibujo de su madre en el suelo de su orfanato. Con mucho cuidado, se quitó los zapatos, se acostó en el pecho del dibujo de su madre y se quedó dormida...”
Es difícil seguir, pero es tan fuerte y tan emotiva la imagen que está pidiendo a gritos más de un comentario, mejor si es en silencio y a solas. No se puede pasar a la ligera y mirar para otro lado, es obligatorio detenerse hasta que haga mella muy dentro, hasta que haga daño, si es preciso, y lo es, porque debe de ser terrible el infierno desolador de una niña tan breve en años que ha perdido a su madre, quien lo era absolutamente todo para ella como lo fue la nuestra para todos nosotros. ¡Cómo no entender que haga su retrato en el suelo con la tiza que tiene a mano y se acurruque: es la fuerza de la sangre y el instinto quizá los que la llevan a cobijarse en la mejor de las cunas, en donde vivió la mejor de las vidas que quizá ya no volverá a experimentar de igual manera y mejor cobijo!
No sabe leer, ni escribir, ni comunicarse con nadie, pero sí sabe que le falta lo más sagrado, lo más imprescindible, la mejor de las cunas en donde estuvo nadando a placer nueve meses ininterrumpidos.
Y está ahí con el grito más desgarrador contra todo y contra todos, contras los dueños y responsables de las guerras, la muerte, el desorden, el atropello, el desgarro y los huérfanos deambulando perdidos, en la mayor de las intemperies, en el más injusto y desolador de los mundos.
No hay palabras para esta niña, y no son palabras lo que necesita, quizá mejor el silencio que es más respetuoso y hasta acompaña mejor, y descalzarse como ella misma ha hecho, a lo sumo una nana de violonchelo a la espera de que haga el milagro de llevarla al lado de su madre donde quiera que reposen sus cenizas y su espíritu si sigue latiendo.
Y siempre mi lamento particular ante estos dramas: Este mundo no está bien hecho. No lo estamos haciendo bien, digamos, mejor, que rematadamente mal, asquerosamente mal.


Nota no tan al margen:
Sí hay palabras para una madre, mi querida niña iraquí. Te las envío en una carta imaginaria. Son del gran poeta gallego, Celso Emilio Ferreiro, y como quiera que todos somos o seremos huérfanos, y nos hemos quedado sin madre y más solos que la una, va para todos nosotros:
No lloro por ti, pues sé que vives
junto a la fuente del tiempo, allá en el fondo
de todos los caminos de las estrellas...
... Ahora estoy solo,
huérfano de besos tibios, sin mácula.
Lloro por mí, que ya no tengo regazo
para posarme en él como en un nido,
madre mía imposible, viva y muerta
en el cristal de mis ojos.

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