martes, 26 de junio de 2018

DÉJATE LLEVAR



Difícilmente se le podría buscar a este vagón de tren un sitio mejor para descansar de su larga vida, dada su imagen desvencijada y vieja, que ese de ser puente sobre el río, para seguir trasegando sueños, transportando viajeros de una orilla a otra orilla, llevándonos por los dulces caminos de la memoria.
Cómo no querer ser río que pasa debajo del puente-tren que nos lleva como el tren y nos devuelve de un lugar a otro lugar como el puente salvando las procelosas aguas de la vida cuando vienen alteradas, turbias y en exceso torcidas. Y pasar sin el peligro de hundirte en la miseria de los días y el barro de las noches y corre “entre los santos de piedra y los álamos de magia” como cantara el poeta Gerardo Diego, haciendo historia, enriqueciendo tu biografía, llevando las aguas al mar, al final de tus días, pero habiendo regado antes los campos y las tierras por donde quiera que hayas hecho tu ruta.
Un tren y un río, en perfecta armonía, llevando y trayendo lo mejor de tus sueños, lo más sabroso de tus recuerdos.
Y cómo no recordar ese cuarteto magistral de Borges que te reconcilia con la mejor poesía de todos los tiempos:
Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Como nosotros, hechos de tiempo y agua, de tierra y memoria, de luz y sombras, que navegamos por los ríos de la vida y los trenes del mundo y con ellos pasamos y nos perdemos quién sabe dónde, cuándo, cómo y por qué, pero seguros de que todo renace y vuelve a la vida.
Y quieres cobijarte bajo el árbol-poema inmenso, a pesar de su brevedad: Caminante, no hay camino... de Machado y como fiel y humilde alumno te pones a escribir un haiku a su sombra y bajo su luz:
Lleno de dudas,
dices que no hay camino,
y está en ti.
Pero volvamos al principio tras este recorrido entre meandros y versos de grandes poetas. Volvamos a detenernos en la imagen del tren que nos lleva y nos trae sobre un río que parece siempre el mismo siendo siempre radicalmente distinto y otro. Como yo, como tú, como todos que, aun pareciendo que no nos movemos y siempre somos los mismos, constantemente estamos haciéndonos, renovándonos, aun sin pretenderlo, cargando con todas estas máscaras y personalidades que nos van saliendo en nuestro eterno caminar entre ríos, puentes, trenes, caminos y cañadas, acompañados de nuestra soledad, a veces, y otras de los que con nosotros van y vienen en gozosa amistad y en hermosa hermandad.
Sí, déjate llevar por las aguas del río y su corriente y donde quiera que te lleve el tren con el que fuiste a tantos sitios, el mismo que te devolvió en perfecto estado de salud y ganas de volver y volver y volver, que no en vano siempre estamos regresando a los mismos sitios.
Déjate llevar, aunque parezca que el tren está varado y las aguas quietas. Y disfruta del viaje en sí, como quería Kavafis.

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