jueves, 8 de marzo de 2018

ANDAR CON PODERÍO


¡Viva el día 8 de marzo!

No diré la palabra fea y malsonante que se ha puesto de moda y a nadie gusta, sino que la sustituiré por sus hermanas gemelas de toda la vida, que es lo que esa mujer tan bien plantada muestra: poderío, elegancia, confianza y seguridad en sí misma, fortaleza, coraje, crecerse ante el peligro sepultando todos los miedos en el pozo oscuro de la nada, porque todos, con ser tan machos, así en gran manada, deseándola hasta los tuétanos, no serán capaces de tocarle un pelo de su cabeza, ni una minúscula parte de la llamativa y encendida piel (quiero pensar) por temor al vendaval que porta con gran estilo, unido a la capacidad de todos y cada uno de los hombres, que no pierden un detalle de su aire, el escote atrevido que se divisa por detrás, su andar seguro y confiado, porque si alguno de ellos se sobrepasara, diera un mal paso y se recreara en exceso en un solo pensamiento lascivo y se pusiera en marcha para tocarla con un solo dedo, la furia de todos a una, al estilo de Fuenteovejuna, le arrojaría al suelo y le pisotearía como a un vil gusano (quiero pensar).
“Todavía hay clases” se oyó entre murmullos casi silenciosos. Alguien llegó a pensar para su adentros: “A esta mujer, vive Dios, no hay hijo de su madre que se atreva a tocarla”, al tiempo que del fondo salía otro susurro: “No sé si será una diosa, la sombra de mi madre, la misma silueta de mi mujer, la misma sangre de mis hermanas y la luz de mis hijas, no lo sé, pero a esta mujer no se la toca, por mi madre, mi mujer, mis hermanas y mis hijas”. (Sí, quiero pensar).
Alguien –que podríamos ser tú mismo o yo sin ir más lejos- que veía detrás de la cámara la fotografía a punto de eternizarse en la recámara, se alegraba alborozado del poderío de esa imagen, la de una mujer de ayer, de hoy y de mañana, con las únicas armas de un vestido de punta en blanco, un bolso y zapatos de tacón haciendo juego, y un andar de reina y diosa al mismo tiempo, pero también el respeto inmenso en calidad y en cantidad que se cortaba en el aire y la guardaba con cien candados y cien llaves para tiempos sombríos.


Nota no tan al margen: La fotografía es de Brassaï, pintor húngaro, que dejaría los pinceles para dedicarse a la fotografía y retratar el París oscuro de los años treinta y cuanto pudo ver en la calle, en las elegantes reuniones de la alta sociedad en el Ritz y en sus viajes por Marruecos, Italia, Grecia, Estados Unidos y España. La Fundación Mapfre ha reunido hasta el 13 de marzo en Barcelona unas 200 fotografías, a partir del 31 de mayo en Madrid y a finales viajará la exposición al Museo de Arte Moderno de San Francisco. Fue amigo de Picasso, Miró, Dalí, Matisse y Giacometti. Y considerado por muchos como uno de los grandes fotógrafos del siglo XX.

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