miércoles, 31 de enero de 2018

ALGUNOS AVISOS PARA ANTES DE ENTRAR


“CUANDO entras en el alma de alguien, estás obligado a quitarte los zapatos y caminar de puntillas, porque los lugares sagrados deben respetarse", Fernández Trejo.
Cuando entras en la casa de un amigo, estás obligado a quitarte los zapatos del barro y de la queja, y celebrar la amistad que es una de las cosas más hermosas de la vida.
Cuando entras en la Universidad, tanto si eres profesor como si eres alumno, no olvides que todos, profesores y alumnos, somos un poco maestros y muy mucho alumnos que saben todavía muy poco de todo.
Cuando entras en la plaza, te lo diré con quien siempre estoy en deuda, aunque le cite con frecuencia, me refiero a Vicente Aleixandre: “Baja, baja despacio y búscate entre los otros. / Ahí están todos, y tú entre ellos. /... Entra en el torrente / que te reclama y allí sé tú mismo”.
Cuando entras en el templo, ya sabes lo que se te dijo, no entres si no has hecho las paces con tu hermano, porque es antes tu hermano, para el mismo Dios, que Dios mismo.
Cuando participes en una tertulia, escucha por encima de todo, y habla cuando tengas algo que decir, pero nunca al mismo tiempo que el otro -el gallinero está bien para las gallinas y su cacareo-; deja la agresividad verbal en tu caja negra, cerrada con diez mil candados; matiza, si lo tienes a bien y crees que puedes añadir algo valioso al debate; no uses nunca argumentos ad hominem cuando no tienes razones de peso; valora las opiniones que juzgues de interés y bien fundadas y házselo saber al colega tertuliano.
Cuando entras en el Congreso, en el Senado y en la Sala Consistorial, y cuando sales, estás obligado a dejarte la piel por quienes te han votado, pero jamás lo digas, que está muy feo y, más aún que jamás, no mientas, no robes con blanco guante ni te lo lleves crudo a los altillos y a los Paraísos Fiscales.
Cuando entres en el mar, admira su belleza y su grandeza, y sé feliz, y mientras te dejas invadir de su agua, de su paz y del sol en sus reflejos, saborea los buenos momentos que te regala la vida, en este caso una porción de ella: el mar.
Cuando entras en tu casa, estás obligado a no olvidar que, si hay alguien a quien querer, agradecer, servir, aupar, atender, tratar estupendamente bien, hacer la vida más llevadera, alegre y hermosa, es a ellos: tu pareja, tus hijos y cuantos anidan en ella.


Nota no tan al margen: Las buenas frases, algunos versos deslumbrantes y las imágenes sugerentes me ponen en el disparadero. Yo solo me dejo llevar por la fuerza del viento. La primera frase entrecomillada de este artículo se la debo a nuestro buen amigo, Jose Antonio Fernandez Trejo, y yo he querido, con su venia, alargar su magnífico aforismo.

2 comentarios:

José-Ángel Palacios dijo...

¡Qué maravilla de texto , Ángel! Todos los avisos que das son certeros, dignos de tener en cuenta, no solo los de Fdez. Trejo, Aleixandre o San Mateo, los que han salido de tu caletre también son muy buenos. Los tendré en cuenta y los pondré en práctica cuando proceda.
Un abrazo

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Gracias, José Ángel, un abrazo