jueves, 12 de enero de 2017

LA NECESIDAD DE UN CUADERNO


Nos empeñamos en lo imposible cuando queremos algo y no ponemos los medios. Y además, para más inri, no lo queremos con la pasión necesaria para que el deseo se convierta en acto. Nos gustaría escribir, pero ni compramos un cuaderno, para tenerlo a mano, ni un triste bolígrafo. Es como un alumno que he tenido en los talleres de escritura y ha resistido año y medio, los demás, casi todas mujeres, ¿por qué será? llevan 5, 6 y 7 años. Pues bien, iba con las manos en los bolsillos, solo de oyente, no cogía ni un boli ni un folio que le prestaban, ni por esas, y claro, con sesenta y muchos no le iba a mandar al rincón de pensar, así que ha desistido y se ha dado de baja. Y todo por no llevar un cuaderno. Porque de haberlo llevado hubiera visto que era posible avanzar y hasta experimentar momentos deliciosos y verse en las páginas con elevada autoestima. (1)
Llevar a tu vida un cuaderno, y si es pequeño mucho mejor, porque irá contigo a todos los lados, se me atoja de una importancia capital. La inspiración llega cuando tienes los sentidos abiertos y el alma a punto. Lo digo por activa y por pasiva, porque constantemente están saliendo al camino, como liebres en celo, palabras y expresiones sabrosonas a la espera de que alguien las cace y se explaye con ellas. O titulares de la prensa, o versos si tienes la suerte y el buen gusto de leer poesía, que saltan a la vista y brincan haciendo que palpite el alma, e invitándote a experimentar por tu cuenta y riesgo, o historias a medio cocinar que te están esperando para que les añadas algún personaje más, más sal y pimienta y tu marchamo particular, y sobre todo eso que llevas dentro, y necesita airearse, salga con la seguridad de que al contacto con el otro y otras experiencias tan similares a las tuyas, harían darte de bruces con la normalidad de los seres normales y constatar que tú también lo eres...
Algunos de mis más admirados escritores nunca salen de casa sin un cuaderno, sin una libreta al uso que llevan en el bolso de la chaqueta y no veas que artículos les salen: casi todos de antología. Unos maestros.
Hazme caso. Perdemos ocurrencias extraordinarias, frases para enmarcar, chistes que se nos olvidan al doblar la esquina, versos rotundos plenos de hallazgos literarios de altura, esquemas que se pierden en su esqueleto y posterior desarrollo, palabras generadoras de más palabras, frases y párrafos tan dignos como el discurso verbal que manejas con envidiable dignidad, orden, concierto y profundidad del germen de posteriores debates que se despanzurran porque le damos mayor importancia al grito pelado que al orden, al concierto, la profundidad, el valor de la razón y la fuerza de los buenos argumentos y así no vamos a ninguna parte, y todo por no tener un cuadernillo a mano y un bolígrafo en el bolsillo, que ya es desidia, como te advertían frecuentemente tu madre y tu maestro. Ya digo, una pena de desidia, ¡cuántos tesoros perdidos, cuántas perlas sin poder valorar, cuanto escritos enviados antes de haber nacido al mundo de la nada y la noche más oscura y tenebrosa! Sí, una pena y todo por una enorme desidia.

Nota no tan al margen: Y visto y oído estos días lo que nos pasa, a ver si así ese 40% que no lee nada, escribiendo un poquito cada día, se animan a leer un poco para escribir mejor.
(1) El alumno aludido ha vuelto, y no sé por qué, la verdad, pero siempre es bienvenido, ¿por qué no?

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