lunes, 28 de noviembre de 2016

COMO UN AULLIDO INTERMINABLE


La madre mira al vacío en el que se ha convertido su vida tras la muerte, posiblemente de su marido, y la niña pone la cara de puchero de todos los niños del mundo cuando no entienden los males de la vida y de la desventurada muerte.
Y se han hecho un nudo de dolor y lágrimas.
A la niña se le pasará pronto, le irá quedando un hilillo de recuerdos que se irá apagando con la vida loca que le tocará en suerte.
La madre tardará más en despojarse de la negrura de su duelo por el que tendrá que atravesar como su fortaleza o debilidad le dejen hacer. Tendrá que valerse de todas sus mañas para que su hija crezca feliz con la apuesta por la vida sin olvidar la sombra bienhechora de su padre que se fue, pero que vivirá siempre en ella mientras no le olvide.
La hija irá creciendo a la sombra de la madre y a medida de que el tiempo le vaya poniendo años y madurez deberá ser estímulo para que, a su sombra, su madre mire más hacia adelante que hacia atrás, en cuanto que su vida de viuda joven está más cerca del mundo de los vivos que de los muertos.
La vida por encima de la muerte.
Están ahí. Varadas a orillas de la soledad. Con un presente que les escuece el alma a reloj parado. Un pasado que acude tembloroso y un futuro envuelto en nieblas.
Yo me quedo a solas con esos ojos profundos desde donde se divisa el mar y el infinito y dejaré como obsequio una porción de ternura.
Me quedaré con el llanto de la niña, le haré una carantoña y le leeré alguna bella historia que le hagan de nuevo reír y viajar a un mundo donde canta la alondra entre cañizales y los peces bailan alborotados entre las ramas de los árboles.
Ojalá que ese nudo de dolor y lágrimas, necesario y saludable, dure lo que debe durar, pero que aparezca ya en lontananza la vida que empuja “como un aullido interminable”, que le decía tan bellamente Goytisolo a su hija en “Palabras para Julia”.
Y se dirán, no sin dolor, muchas noches, antes de dormirse:
“Hija mía, es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego”...

Fotografía de Cristina Garcia Rodero

2 comentarios:

Carmen Cubillo dijo...

Un tema triste elegiste hoy, fotografía muy bella, consejos muy sanos.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Ya lo siento, Carmen, pero la vida es así de triste, a veces. Un abrazo