martes, 13 de septiembre de 2016

ARMONÍA DESAFINADA


Qué gusto da que sean tan desiguales en el rostro y esa luz tan diferente en la mirada y la sonrisa a punto en una de ellas. Nada tienen que ver la una y la otra, pero qué horror da verlas vestidas de igual forma. No parecen mellizas, pero diría casi lo mismo si lo fueran. En caso de serlo qué gusto que se parezcan, pero qué horror que vayan las pobrecitas así vestidas. A estas no las he visto jamás, pero en la ciudad en la que vivo las vemos, siempre iguales, por fuera, y tan diferentes en el fondo y en su mismidad, vestidas de arriba abajo de la misma manera en formas y colores, en bolsos y bisutería. Andarán ya cerca de los sesenta, que ya son años para que les haya dado tiempo en ir como les venga en gana, pero me imagino que ha podido más la fuerza de la costumbre y el hábito que alguien, ¿sus padres? les han inculcado y sellado a fuego. Es difícil pensar que tengan los mismos gustos, las mismas aficiones, el mismísimo andar por la ciudad y por la vida, y no darse cuenta de que nadie va así llamando la atención de esa forma, digámoslo con cierta piedad, tan extraña. Porque ¿cómo ser feliz caminando siempre pegada a la otra, como el percebe a la roca, y no querer asomarse un poco más, a la derecha, a la izquierda, o al valle de Las Batuecas, dar el paso más largo o mucho más corto, pararse sin pedir permiso a mirar al hombre bien puesto que pasa al lado y con el que se iría la más atrevida sin pensarlo más, quedarse un poco más contemplando el atardecer o darle el tiempo a la emoción ante el escaparate de una boutique llamativa viéndose con el vestido precioso que viste el maniquí?
Ya dije en una entrada reciente que hablar de “como dos gotas de agua” con la idea de que esas mismas gotas son iguales es falso, así que menos, infinitamente menos, dos seres humanos por muy gemelos que sean, y por lo tanto la comparación esta vez sí que es odiosa.
Así que, señora, deje cuanto antes de vestir a sus hijas como a Vd. le da tanto gusto, porque sin lugar, creo, a duda alguna, sus niñas o niños, a corto, medio y largo plazo, querrán vestir como les venga en gana, que no será forzosamente como Vd. o su padre o su tía desean. Incluso les hará un favor fomentando sus diferencias, sus gustos dispares, sus distintas costumbres y modos de entender la vida, sus caminos elegidos en libertad, lo que no está en contradicción con que se quieran con locura. Cada cual tiene más que suficiente con llevar pegada a su piel su misma sombra, pero que nadie sea nuestra sombra ni nosotros las de nadie. Otra cosa muy diferente es estar algún rato a la sombra de los mejores, pero a costa de que busquemos la nuestra siempre y en ella intentemos estar a gusto.

Foto: Diane Arbus

5 comentarios:

Carmen Cubillo dijo...

Pobres, no seas duro, posiblemente no tuvieron tiempo de pensar en libertad.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Sí, quizá haya sido duro, pero ¡me da tanta pena! y trascendiendo la anécdota de que no seamos capaces de cortar los cordones umbilicales. Gracias, Carmen, un abrazo

Luis del Pozo dijo...

Angel, aprecio dos sujetos aunque estén vestidas iguales, cada una reivindica su yo, su cuota de cámara, tranquilo, las parejas de la guardia civil, igual uniforme, seguro que son dos mundos.
Un abrazo

ÁFRICA dijo...

Es un caso a estudiar,ver durante años a dos mujeres vestidas igual por tu ciudad.
Un saludo

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Yo también,Luis, pero da un cierto yu-yú, esas dos chiquitas, como la pareja de la guardia civil, siempre nos dio que pensar, pero claro, claro, debajo de las apariencias, que tanto engañan, hay profundidades a explorar y apreciar. Pero cuidado con no cortar el cordón umbilical a tiempo, ellas y ellos y nosotros, que ese era fondo del artículo. Gracias, Luis, un abrazo como siempre.