martes, 7 de junio de 2016

NARCISISTA VIENE DE NARCISO


Caravaggio


Habría que decir aquí también el dicho evangélico de quien esté sin pecado arroje la primera piedra, y ya sabéis el resultado: comenzaron a marcharse los más viejos. ¿Quién que se precie de sincero no encuentra en sus entresijos imágenes de quedarse extasiado mirándose al espejo o a su ombligo, o no escuchando al otro cuando comienza a contar sus cuitas, sus quejas, sus problemas, porque lo que te está pidiendo con urgencia el cuerpo es soltar en cascada tus méritos, los de tus hijos e hijas, tus batallas y las de toda tu familia incluidos tus cuñados, si sobresalen en la esfera de la fama, el dinero o el poder?
Te recuerdo que Narcisista y Narcisismo vienen de Narciso, a quien, según la mitología griega, por negar el amor a una doncella, la diosa Némesis hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente y tan ensimismado y enamorado de su imagen y de todo su yo estaba que terminó arrojándose a las aguas. Pero sigamos:
El psicoterapeuta Joseph Burgo ha analizado el narcisismo que podemos llevar en nosotros mismos, sin mirar a otros, y se ha detenido en el líder republicano, Donald Trump, candidato a la Presidencia de Estados Unidos a quien define como “narcisista extremo” -por nuestras tierras hispanas también abundan estos personajes- que nos puede servir como espejo, aun cuando sea extremo a raudales. Dice esto:
“Mientras que hay muchas personas centradas en sí mismas y con una opinión demasiado buena de sí mismas, el narcisista extremo tiene una imagen del yo grandiosa y carece de empatía hacia los demás. Constantemente se siente impulsado a demostrar que él es un ganador, con frecuencia a expensas de las personas a las que desprecia, los perdedores. Cuando se le critica, o cuando se cuestiona la imagen que él tiene de sí mismo, típicamente se defiende con indignación, desprecio y acusaciones. La grandiosidad de Trump es aparente: siente una necesidad constante de anunciar que él es el más grande y el mejor en todo lo que hace”.
Aunque la idea más sugerente, me parece a mí, está en el análisis que hace cuando se refiere al atractivo de un personaje tan atrabiliario y patético como Trump: primero, que es un producto de los tiempos inciertos que nos está tocando vivir. Recuerdo a uno de mis mejores profesores de los años de seminario que me tocaron en suerte que decía algo similar del auge del Opus Dei, ante la inseguridad e incertidumbre de este mundo, decía, y siempre es así, muchos encuentran en las seguridades y certezas que les anuncian algo donde agarrarse como a clavo ardiendo.
Son los clásicos y típicos periodos de crisis, de convulsión social, violencia, corrupción sistémica y estructural los que configuran un buen caldo de cultivo para simplificar: “todos son iguales”, “necesitamos una mano firme y fuerte” -¿no será triste añoranza de otros tiempos negros de nuestra historia?-, respuestas excesivamente simplistas, y tanto que hasta llegan a desear el liderazgo de personajes tan impresentables como Trump, que según el análisis de J. Burgo ofrece estas vías: agitar tu rabia con indignación, expresar el desprecio a otras personas y culpar a otros por tus problemas. Viejas historias que se repiten de forma periódica.
Nota no tan al margen: Estoy seguro, aunque como yo, queridísimas amigas y buenos amigos, algo tengamos de Narciso, estamos, creo, a años luz de parecernos al líder republicano de Estados Unidos, deseando que jamás pueda gobernar su país. Confórmese con su casa y que la diosa Némesis solo permita que se enamore de su propia imagen y nos deje en paz a los demás, que nos dejen en paz. Amén.

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