viernes, 17 de junio de 2016

DETRÁS DE CADA HISTORIA, UNA BIOGRAFÍA

Hace años me dediqué a recopilar algunos poemas que me parecían perfectos para un Recital Poético-musical amateur, que terminó haciendo las delicias de muchas personas mayores que asistían felices a Campamentos y Escuelas de Verano e Invierno, organizados por la Diputación de Valladolid. Aquel primer ramillete de poemas y textos de prosa poética se fue ensanchando hasta convertirse en una Antología Poética. Uno de aquellos textos, no sé cómo llegó a mis manos, es una deliciosa historia de Luis Sepúlveda, que conmueve y emociona. Pues bien, muchos años después la he encontrado en su libro “Historias marginales” que lleva por título: “La morena y la rubia”, dos mujeres que salieron por fortuna adelante tras sufrir torturas en las cárceles del dictador Pinochet. No me resisto a copiar algunos fragmentos y recomendarte muy mucho el libro:
“No se conocieron ni en un parque ni en un baile, sino en las mazmorras de una cárcel siniestra, lugar universal del horror y de la infamia.
- Era de noche en Santiago de Chile cuando me sacaron de casa, a golpes, y a golpes me separaron de mi hijo, y con un esparadrapo me alejaron el mundo de los ojos...
- Era de noche en Santiago de Chile cuando me sacaron de casa, a golpes, y a golpes me separaron de mi hijo y del retrato de mi marido asesinado…
Ahora, casi 25 años más tarde... las veo caminar, ¡qué bellas son!, me atraso o me adelanto y cada vez me parecen más hermosas...
La morena y la rubia. Carmen y Marcia. Ahí van, con su andar seguro y el orgullo de las que se lo jugaron todo... Minifalderas en flor de los setenta, revoltosas de aulas y costumbres, subversivas del amor y las ideas, compañeras del alma y la esperanza, ¡con qué orgullo las contemplo, mis muchachas eternas!
Después de haber leído esa historia cientos de veces, descubro que una de esas mujeres, es una buena poeta y vive desde hace ya casi veinte años en Gijón, ¡caramba, me digo, si es ahí donde vive Luis Sepúlveda desde aún más años! y termino sabiendo que es desde hace años su esposa. Me alegra y muerto de curiosidad rebusco algunos de sus versos. Por ejemplo, estos:

Fui libre y vasalla,
la calandria enjaulada y melancólica,
las alas quebradas del viento...

Se han ido todos.
Yo me quedo
con un mínimo candil
entre las manos.
De vez en cuando
soy el árbol
que apuesta sus raíces
a la tierra.

¡Grita de una vez!… Nadie escucha
¡Pide ayuda! ¡Gime! ¡Sangra!
¡Por todos los demonios!
Y por mil años que te cueste la osadía,
ratita, di: ¡No!
Mujer, di: ¡Basta!
Y subiremos todos y todas a contemplar
tu estatura
tu secreta e innegable belleza.

Si te hubiese hecho una promesa,
si hubiese predicho
un encuentro, en una ciudad
lejana, bella
San Marcos, Venecia
la ciudad de los reencuentros
prodigiosos.
No me habrías creído
No me habrías creído
porque la muerte batía alas
allá afuera
y la bondad callaba.

 (Estos últimos versos son del poema dedicado a su compañera, la rubia de la Historia, Marcia Scantrebury)
Sí, detrás de cada historia hay una biografía y tesoros, como este, que me alegran la tarde y me siguen conmoviendo. Gracias, Luis Sepúlveda, por estas historias que sabes escribir, mejor que los ángeles; gracias, Carmen Yáñez, minifaldera, subversiva, compañera del alma y la esperanza, poeta con fuerza y duende..., gracias.

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