martes, 3 de mayo de 2016

¿TE DUELE ESPAÑA?




Hay escritores que iluminan la noche y te dan alas para volar más alto y seguir pensando por tu cuenta y riesgo y hasta hilvanar tu propio discurso. Y los hay que sacan lo peor de ti, igual que algunos políticos, que te inquietan por la bilis, la opacidad o la torpeza con que tratan todos los temas, -igual que algunos tertulianos-. Acudo presuroso a los primeros y solo de tarde en tarde me asomo, nada más, a los segundos, que bastante contaminación hay en el ambiente para que te inoculen su veneno.
A Manuel Rivas le frecuento y casi nunca no solo no me defrauda sino que me da pie para mis creaciones de andar por casa y con mis artículos a lo llano. En un reciente artículo, el escritor gallego, se refería al dolor de España hablando del “cosmopolitismo y el cosmopaletismo” que daría para que tú y yo y mucho más que nosotros dos nos pusiéramos a continuar el camino que Rivas nos marca. Al escritor gallego le duele España, pero no como a los del Desastre del 98 ni como el dolor “ceñudo, severo y tragicómico de Aznar”. No le duele la España plural, ni la de Ada Colau, de Manuela Carmena, de Susana Díaz, de Cristina Cifuentes, de Uxue Barcos, de Mónica Oltra, sino la del histerismo machista, entre otros dolores.
Con lo que nos da pistas e incentiva a airear todos nuestros dolores, como los momentos de bienestar y contento. 


Esta mañana minisoleada de un domingo de abril, tras las mentiras del ministro Soria, me duelen, nos duelen, todas sus contradicciones, el apoyo incondicional de los suyos, etc. etc, porque así no se regenera España ni de coña. Me duelen los silencios de Rajoy, nuestro presidente de gobierno, no tenemos otro, aunque lo sea en funciones o en defunciones, como ha insinuado alguien.
Me duele, nos duele, tanta corrupción por doquier en donde corruptos y corruptores se dan hábilmente la mano y asimismo que tanta gente mire para otro lado.
No me duele la patria, porque no la amo, como decía el Premio Nobel mexicano, Jose Emilio Pacheco, pero estaría dispuesto a dar la vida por mis amigos a los que se podría añadir todos mis conciudadanos y de paso, como el poeta, tres o cuatro ríos. (Otro día explicaré más esto: el amor y el desamor a la patria se lo merecen).
Me duelen, nos duelen, las familias numerosas que tienen que vivir con cuatrocientos euros, las hay con menos, y todos los desahuciados, los niños sin leche para desayunar ni chocolate en la merienda y miles de jóvenes sin futuro alguno que llevarse a sus vidas. Eso me duele.
Me reconforta y me dan envidia cientos de voluntarios que se dejan la piel, estos sí, en su entrega de por vida por ayudar a los otros.
Y me duele que, antes de la crisis, existiese tanta desigualdad y en la crisis haya aumentado de forma tan vertiginosa e hiriente y se lleven el dinero con tanta facilidad sin pasar por Hacienda. Esto sí que nos duele.

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