martes, 12 de enero de 2016

COMPARTIR ¿...?




Han entendido la mejor de las lecciones, si no la olvidan harán de sus vidas más que una obra de arte, una grandiosa obra del mejor buen hacer: compartir, dar al otro algo de lo que tú tienes, repartir, no crecer de forma desmesurada mientras el otro se queda canijo, porque no es justo, no puede ser justo acaparar tierras, casas, coches, acciones bancarias, dinero..., mientras los otros no disponen de lo más necesario e imprescindible, por ejemplo, un piso, un empleo digno, calefacción en invierno, poder pagar los libros de los hijos, una pensión suficiente, etc. etc.
Ellos no piensan en ello, ni falta que les hace, basta que hayan visto hacer algo igual, que cuando están haciendo lo que hacen estén imitando a la madre, al padre, al hermano mayor y que la cadena nunca se rompa, porque nos va la vida en ello...
Y en estas estaba cuando me quedé bloqueado, dónde voy con este texto, me decía, y hasta con ganas de estrangularlo arrojándolo al vacío. Dejé unas horas pasar y me vinieron algunas ideas: cómo dejar uno de los temas más esenciales, más trágicos, más enfermizos, porque la historia de los dos niños compartiéndolo todo, a veces, termina mal, muy mal, que así es muchas veces la vida, y así la realidad. Repasemos unos datos a bote pronto:
¿Quién entiende que el Pequeño Nicolás por ir a un programa de televisión cobre cuarenta veces más, sí, 40 veces más, que un profesor cualquiera de Instituto o Universidad? Mal reparto de la riqueza, ¿no?
Dígase lo mismo de Belén Esteban que cobre semanalmente cifras astronómicas -doscientas cuarenta veces más que un mileurista, 240 veces- por decir ¿qué? y ¿cómo? y ¿de qué manera? Y los espectadores riendo las gracias. ¿Esto no es un despilfarro?
Abramos el abanico para contemplar los sueldos de Ronaldo y Messi..., la mayor parte de los banqueros en ejercicio e incluso los jubilados que se cuidaron de ir bien pertrechados para disfrutar de la vida sus últimos y doradísimos años, el presidente de Iberdrola, y así sucesivamente, por no citar, que ya cito de paso, a toda la familia de Pujol, atesorando, de aquella manera, dinero para quince o veinte -o más- generaciones, y Bárcenas y Urdangarín y Rato..., atesorando, sí, de aquella manera. Y en general, en tiempos de crisis, ¿cómo entender que muchos se enriquezcan mucho más, mientras millones siguen en el paro y lo aumentan, igualmente en la pobreza creciente y en la exclusión social?
Entiendes ya, yo lo he acabado de comprender, la imagen de los dos niños compartiendo lo que tienen se fue al garete porque aquello duró poco, lo que tardaron en comerse el helado o la golosina o el higo que parece tener en la mano la niña.
¿Cómo hemos sido capaces de llegar a tanto? La constatación clara y tajante es que hemos estamos construyendo una sociedad enferma e injusta en donde el 1% de la población acumula el 99% de la riqueza, lo que hace decir a El Roto en una de sus viñetas ante este dato: “Algo habrá que hacer” dice sesudamente un alto ejecutivo, o así, a lo que contesta su colega de butaca: “¿Prohibir las matemáticas?” Y ya está, a otra página.
Nos engañaron, a finales del siglo XX, los neoliberales y nos siguen engañando hoy, lo que hace decir al sabio sociólogo, Zygmunt Bauman, que acaba de cumplir 90 años con una lucidez envidiable, que “la promesa de que la riqueza de los de arriba se filtraría a los de abajo ha resultado una gran mentira”.
Leo hoy mismo, en la sección de internacional de EL PAÍS, este hecho sobrecogedor: “Comemos hojas para sobrevivir. Vivimos como animales. Nos subimos a los árboles para arrancar sus hojas o cortar hierbas para hervirlas. Entre la basura he llegado a ver piel y restos de huesos de gato”, dice un padre de seis niñas de la localidad siria de Madaya.
Mientras aquí, escribo esto poco después de las fiestas Navidad, estamos enciscados sobre los trajes de los Reyes Magos de Madrid, las maniobras de la Cup y la resistencia de Mas a dejar la poltrona para regalarnos al final más de Mas, en un fiasco total, etc. etc., obviando lo esencial: cómo gestionar los bienes de este mundo, de nuestra sociedad, de todas las comunidades autónomas de nuestro país, de otra manera menos enfermiza, menos voraz, menos corrupta y un pelín más justa. Casi todo lo demás es anecdótico.

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