sábado, 10 de enero de 2015

¿UN VIAJE A NINGUNA PARTE?



Desde su silencio y sus sombras nos grita el desgarro de lo que significa un viaje a ninguna parte, porque toda la escultura contiene a ojos vista mensajes elocuentes del ayer de tantos y tantos conciudadanos nuestros pasando la frontera a países desconocidos y lenguas que apenas si llegaron a balbucear, un poco a ninguna parte; y cambiando un pelín, nada más, la indumentaria, de jóvenes actuales preparadísimos en idiomas, carreras y más de un máster en su currículum, todos ellos sin brújula, perdidos en el vacío, solos en cualquier andén de cualquier estación, buscando entre la niebla un futuro mejor, un poco a ninguna parte; como el viaje definitivo que nadie sabe a ciencia cierta a dónde realmente nos lleva, muchos creen que al cielo, otros muchos que a ninguna parte...

Pero detengámonos en la magnífica escultura de nuestro querido amigo Eduardo Cuadrado, de sobra conocida en la ciudad de Valladolid: el protagonista lleva las dos manos ocupadas, con la derecha se libra de la lluvia (el tiempo con él, como el presente, no tiene clemencia), con la izquierda sostiene la maleta con las poquitas cosas que su mala suerte le ha dejado en suerte y que por ello va cabizbajo con el peso de la vida a sus espaldas. No es el viaje a Ítaca, ni un viaje de placer a playas paradisiacas, ni el viaje de ensueño que uno desearía realizar alguna vez en la vida. Es, más bien, el viaje obligado a cualquier lugar del mundo con la misma sustancia del viaje a ninguna parte, ay.


... Sépanlo, Señores del Gobierno: ¡a ninguna parte!, y dejen de contarnos milongas.

No hay comentarios: