miércoles, 28 de enero de 2015

LA CIGARRA Y LA HORMIGA (OTRA LECTURA ES POSIBLE)


Es una de las fábulas, archiconocida, atribuida a Esopo y recreada por La Fontaine y Samaniego:
En ella aparece una cigarra que al venir el invierno se encuentra desprovista de alimento y acude a pedirlo prestado a su vecina la hormiga. Ésta, temiendo no tener suficiente para ambas, le niega el préstamo y le recrimina el haber pasado el verano holgando en vez de haber hecho acopio de alimentos para la estación fría. En la foto aparece, además, sacando pecho, como si estuviera en un gimnasio levantando pesas.
La moraleja ya la sabes: hay que currar, no hay que holgazanear. Pero nunca se nos dijo que la hormiga, además de rácana, es gruñona y le recrimina duramente desde una visión un tanto miope. Lo típico.
Pero toda fábula, como todo discurso tiene muchas lecturas y a ésta se le puede dar fácilmente la vuelta. Porque no solo de pan vive el hombre, en contra del negocio está el ocio, aunque mejor sería verlo como complemento necesario para ser y ser más paseando, mirando sin ver nada o mirando detenidamente contemplando las belleza de las cosas, hablar por hablar, hasta el amanecer, beber, si es buen vino, mejor que mejor, ir de cuchipanda con los amigos, y las amigas, claro, y mil cosas más, aunque las serias, tristes y hacendosas hormigas y sus adláteres se suban por las paredes y te esperen al invierno para darte con la puerta en las narices si las necesitaras. “Holgazaneando”, dice que se pasó tres días en Lisboa, mi admirado Muñoz Molina, parta seguir escribiendo su primera novela: Invierno en Lisboa, y fue el comienzo de una carrera imparable.
Ah, y si quieres ser buen mediador, sabiendo que en el medio está la virtud, deberías trasmitir a las hormigas que existen otros mundos además de trabajar y llenar la despensa hasta las tejas o llevárselo con todo el morro a paraísos fiscales, y a las cigarras que, además de pasarse la vida cantando, hay que dar el callo, ser responsable y arrimar el hombro en las tareas elementales de la vida cotidiana. Y nunca digas, por favor, que el ocio y la ociosidad son la madre de todos los vicios.

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