domingo, 6 de julio de 2014

VIEJOS Y JÓVENES



Con este título, Viejos y jóvenes, hacía una de sus entradas magistrales en su blog, Iñaqui Gabilondo, terminando así: ¿O va a resultar que sólo el Rey Felipe es el que está preparado?, saliendo en defensa de los jóvenes, que están asimismo muy preparados, para salir de esta situación endémica en la que estamos.

Lo mismo que Gabilondo pertenezco a este colectivo de mayores en el que milito y vivo y al que siempre he defendido, tratando de recuperar y potenciar la mejor imagen e intentado alejarme del papanatismo que no ve más que aquello que lo que interesa ver o aquello que a otros les interesa que se vea.

Está claro que no por el mero hecho de ser mayor o de ser joven se está más preparado para todos los quehaceres públicos y privados que la vida nos demanda. Esto que es tan simple y sencillo parece verse enturbiado por el falso razonar de algunos que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. Obras son amores que de palabras estamos ya todos muy hartos. Muchos, que habiéndose dedicado a lo público durante años y años, están faltos de credibilidad precisamente porque a los discursos no les han añadido los hechos necesarios: las reformas tienen que palparse, la transparencia verse a la luz del día y en la noche más oscura, la corrupción negada y condenada sin paliativos y lejos de la casa de cada cual y aledaños de amistad o consaguinidad.

Un principio categórico es aquel que sostiene y defiende que todos somos necesarios, jóvenes, viejos y del medio. Otro de similar rango: es bueno, justo y elemental dar paso a las jóvenes generaciones que aun cuando carecen de experiencia están sobradas de preparación, grandes dosis de ilusión, entusiasmo y ansias de comerse el mundo, con todo el futuro por delante, etc. etc., sin menoscabar y despreciar la experiencia, el equilibrio, la preparación a base de años y resistencia de los adultos y los mayores.

Ahora bien si hay jóvenes que no dan la talla aléjeseles de ocupar puestos de responsabilidad, igual que aquellos adultos y mayores que se han pasado media vida y algo más en puestos claves y no han dado la talla ni de lejos, sin referirnos a todos, y son muchos, sobre los que recaen indicios graves de corrupción y corruptelas varias y tantos y tantos políticos que en las evaluaciones que la sociedad se permite hacer, una y otra y otra y otra vez salen con suspensos tan bajos como el suelo sin remontar. A ningún estudiante le permitiríamos lo que se permite a estos ínclitos servidores de la ley y del buen gobierno de la nación. Pues que tomen nota, pero, ay, no la toman.

Después de todo lo cual, quienes han confiado al total en la preparación del Rey Felipe, que nadie duda, qué menos de solicitar el mismo trato a todos aquellos hombres y mujeres de su generación que están demostrando no menor preparación, sin llevarse las manos a la cabeza pensando sólo en los intereses particulares, como si este país de nuestros amores fuera la finca privada de unos pocos, sin los cuales, piensan ellos, el diluvio..., y de diluvio nada. Y añadir, para terminar, que tenemos que exigir de los mejores como así quería Aristóteles a los líderes políticos, tanto si son jóvenes como si tienen muchos años: lucidez, honestidad, transparencia en sus asuntos y no digamos en lo que se refiere a los demás, sencillez, cercanía y pasión, convertida en hechos, por las cosas del buen gobierno de su país. ¡Qué menos!

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