jueves, 1 de mayo de 2014

A LA SOMBRA DE LOS MEJORES XXXVIII


PIAR... GORJEAR...


“No es lo mismo piar que gorjear”, le decía Rosa Chacel a Lázaro Carreter, director entonces de la Academia, en un almuerzo donde se dirimía el Premio Nacional de Literatura. Nadie lo discutió. “El pájaro que pía, explicaba la escritora, lo hace desde el estrecho nacimiento del pico y el que gorjea desde el fondo de su corazón”.

No, no es lo mismo, y lo dice una experta en pasar del pío, pío, desde los comienzos de su escritura al gorjeo armonioso que va del corazón a la razón pasando por los sentidos en toda su obra. Tuve el honor de entrevistarla en su pisito de Madrid, un otoño de los noventa, para lo cual estuve empapándome, durante el verano, de casi toda su obra, ejemplo de sensibilidad, buen hacer y de un gran espíritu libre y crítico. Muy apreciada y admirada por escritores de la talla de Ana María Moix, Juan Benet, Pere Gimferrer, Clara Janés o Javier Marías.

Pero vayamos al gorjeo que nos dice nuestra escritora vallisoletana, que de paso diré que dan ganas de sentarse junto a ella en el banco de la Plaza del Poniente, donde contempla pacientemente a quienes pasean a su lado e incluso se sientan para hacerle compañía. Gorjear haciendo quiebros en la garganta hasta convertirlos en música elaborada sin conformarse con el pío, pío, cansino, monótono y quejumbroso que rompe la tarde de forma monocorde en lugar de endulzarla de armonía elaborada por el corazón y la mente, como insinuaba más arriba. Basta ya de tanto pío, pío... adusto y quejumbroso con el frío y el calor por bandera, el silencio y el jolgorio, el verano y el invierno..., para apostar por el gorjeo que es dulce quiebro, canto alegre, celebración, risa contagiosa, melodía gozosa y compartida.

Y efectivamente, el gorjeo literario de Rosa Chacel le sale del fondo del corazón, pero pasando siempre por el temple de su mente privilegiada y a la vez rebelde. Por ello su literatura es para paladearla sin prisa alguna y deleitarse en un estilo muy propio, muy personal y trabajado con una muy particular introspección. “Conciencia puesta en pie”, como la definió Pere Gimferrer. Y Juan Ramón Jiménez decía esto de ella: “El recuerdo de Rosa Chacel me llega siempre acompañado del olor y el sabor. Perfume fresco, libre, del jardín con huerto o de huerto donde hubiera algún rincón en flor. Calidad de flor en el continente, con contenido rico, sustancioso, secreto, de fruto”.

Nada de hablar por hablar, nada de improvisar sin tener nada en la mollera, que estamos hartos de escuchar a personajes de polvo, paja y medianía, con discursos huecos que nadan en la nada más infumable o de tantos y tantos otros que pían como cotorras, obsesionados con los pecados del sexo, qué sabrán ellos, sin detenerse a deletrear el espíritu de la tolerancia, la altura de miras y más virtudes que no practican por mucho que la píen y la píen, porque cuando la injusticia clama al cielo y la desigualdad es tan hiriente hay que salir a la calle y no para cantar maitines. ¡Hermanos, hay que aprender a gorjear, dejar de eructar y de seguir plagiándose entre sí por los siglos de los siglos!

Gorjear es pensar, repensar y dejar reposar lo que se va a decir, hasta dar con un discurso bien trabado y elaborado con lo mejor de cuantos nos han precedido y han sido muchos y muy buenos, desde un oído atento y una escucha activa, y el propio pensamiento, sin mentiras, ni medias verdades, sin hipocresía ni demagogia ni exabruptos que no vienen al caso ni al cuento, sin repetirse como papagayos porque hoy no es ayer, cada día tiene su afán, y el siglo en el que estamos no pertenece ni a la época de los dinosaurios, ni a la Edad Media, ni siquiera al siglo XX. Los hombres y las mujeres de hoy necesitamos un lenguaje de hoy, que salga no del pío, pío, improvisado, puro cacareo y vacío de contenido, sino del gorjeo profundo y cálido, abierto, cercano y armonioso.

2 comentarios:

Pastor dijo...

Y si hay motivos para gorjear… gorjeemos, pero desde la rama más alta de la vieja encina, no vaya a ser que nos sorprendan gorjeando en la rama del chopo cuando el agua del arroyo hace años que no fluye. Y cuando haya que dejar de gorjear para trinar, también es importante el trino.

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Trino y gorgeo y dejara el cacareo vacío, monótono y quejumbroso.
Gracias Pastor, amigo.