PIAR... GORJEAR...
“No es lo mismo piar que gorjear”, le decía Rosa Chacel a Lázaro
Carreter, director entonces de la Academia, en un almuerzo donde se
dirimía el Premio Nacional de Literatura. Nadie lo discutió. “El pájaro
que pía, explicaba la escritora, lo hace desde el estrecho nacimiento
del pico y el que gorjea desde el fondo de su corazón”.
No, no es lo mismo,
y lo dice una experta en pasar del pío, pío, desde los comienzos de su
escritura al gorjeo armonioso que va del corazón a la razón pasando por
los sentidos en toda su obra. Tuve el honor de entrevistarla en su
pisito de Madrid, un otoño de los noventa, para lo cual estuve
empapándome, durante el verano, de casi toda su obra, ejemplo de
sensibilidad, buen hacer y de un gran espíritu libre y crítico. Muy
apreciada y admirada por escritores de la talla de Ana María Moix, Juan
Benet, Pere Gimferrer, Clara Janés o Javier Marías.
Pero
vayamos al gorjeo que nos dice nuestra escritora vallisoletana, que de
paso diré que dan ganas de sentarse junto a ella en el banco de la Plaza
del Poniente, donde contempla pacientemente a quienes pasean a su lado e
incluso se sientan para hacerle compañía. Gorjear haciendo quiebros en
la garganta hasta convertirlos en música elaborada sin conformarse con
el pío, pío, cansino, monótono y quejumbroso que rompe la tarde de forma
monocorde en lugar de endulzarla de armonía elaborada por el corazón y
la mente, como insinuaba más arriba. Basta ya de tanto pío, pío...
adusto y quejumbroso con el frío y el calor por bandera, el silencio y
el jolgorio, el verano y el invierno..., para apostar por el gorjeo que
es dulce quiebro, canto alegre, celebración, risa contagiosa, melodía
gozosa y compartida.
Y efectivamente, el gorjeo literario de
Rosa Chacel le sale del fondo del corazón, pero pasando siempre por el
temple de su mente privilegiada y a la vez rebelde. Por ello su
literatura es para paladearla sin prisa alguna y deleitarse en un estilo
muy propio, muy personal y trabajado con una muy particular
introspección. “Conciencia puesta en pie”, como la definió Pere
Gimferrer. Y Juan Ramón Jiménez decía esto de ella: “El recuerdo de Rosa
Chacel me llega siempre acompañado del olor y el sabor. Perfume fresco,
libre, del jardín con huerto o de huerto donde hubiera algún rincón en
flor. Calidad de flor en el continente, con contenido rico, sustancioso,
secreto, de fruto”.
Nada de hablar por hablar, nada de
improvisar sin tener nada en la mollera, que estamos hartos de escuchar a
personajes de polvo, paja y medianía, con discursos huecos que nadan en
la nada más infumable o de tantos y tantos otros que pían como
cotorras, obsesionados con los pecados del sexo, qué sabrán ellos, sin
detenerse a deletrear el espíritu de la tolerancia, la altura de miras y
más virtudes que no practican por mucho que la píen y la píen, porque
cuando la injusticia clama al cielo y la desigualdad es tan hiriente hay
que salir a la calle y no para cantar maitines. ¡Hermanos, hay que
aprender a gorjear, dejar de eructar y de seguir plagiándose entre sí
por los siglos de los siglos!
Gorjear es pensar, repensar y
dejar reposar lo que se va a decir, hasta dar con un discurso bien
trabado y elaborado con lo mejor de cuantos nos han precedido y han sido
muchos y muy buenos, desde un oído atento y una escucha activa, y el
propio pensamiento, sin mentiras, ni medias verdades, sin hipocresía ni
demagogia ni exabruptos que no vienen al caso ni al cuento, sin
repetirse como papagayos porque hoy no es ayer, cada día tiene su afán, y
el siglo en el que estamos no pertenece ni a la época de los
dinosaurios, ni a la Edad Media, ni siquiera al siglo XX. Los hombres y
las mujeres de hoy necesitamos un lenguaje de hoy, que salga no del pío,
pío, improvisado, puro cacareo y vacío de contenido, sino del gorjeo
profundo y cálido, abierto, cercano y armonioso.
jueves, 1 de mayo de 2014
A LA SOMBRA DE LOS MEJORES XXXVIII
Publicado por ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ en 4:25
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Y si hay motivos para gorjear… gorjeemos, pero desde la rama más alta de la vieja encina, no vaya a ser que nos sorprendan gorjeando en la rama del chopo cuando el agua del arroyo hace años que no fluye. Y cuando haya que dejar de gorjear para trinar, también es importante el trino.
Trino y gorgeo y dejara el cacareo vacío, monótono y quejumbroso.
Gracias Pastor, amigo.
Publicar un comentario