Para morir sin conocerte
“Dónde iré yo si a todas partes
conmigo va el recuerdo de un ser desconocido,
dónde iré yo sin ti pero contigo,
qué rostro he de buscar entre la gente;
maldito, maldito sea el castigo
de mirarte y de no verte.
Pero hay algo peor:
¿y si hubiéramos estado, sin saberlo,
frente a frente?
Mira que es mala suerte,
vivir para morir sin conocerte”.
Luis Alonso
Me lo recomendó vivamente, nada más conocerlo, a través de
Facebook, mi buena amiga, Mª Jesús Prieto, por algunas de las entradas que iba
haciendo, y en cuanto entré quedé atrapado de pies y manos a su escritos. Solo
hizo falta el primero: Arquitectura humana (de la sección
de entonces, Diario de un Copy en crisis, en la actualidad Confesiones
de un mirón) que leí en el Taller de Escritura Creativa y todos nos
pusimos a su sombra refrescante para hacer nuestros pinitos. Se tratada de un
artículo originalísimo, redondo y, a mi gusto, perfecto. Como perfecto el
segundo que se sintió obligado a escribir sobre su mujer, Carmen, con el mismo
leit motiv. Seguí leyendo sus cosas y dando a “me gusta”, él haría lo propio,
conmigo, con no pequeña dosis de benevolencia, hasta que nos entró las ganas de
vernos con buen vino de por medio y, de intermediaria, la que ya se había convertido en gran amiga
de los dos.
El encuentro tuvo lugar en Medina de Rioseco con unas tapas
ricas-ricas en el Restaurante La Rúa y un buen Ribera que entonó una magnífica
velada.
Cuando Mª Jesús me habló de Luis no le conocía de nada, ay,
la memoria, porque a los dos o tres meses descubrí en mi librería un libro
suyo, que descansaba entre el polvo y el olvido, junto a otros diez o doce de
una hermosa colección de poesía de la
Fundación Jorge Guillén de la Diputación de Valladolid, que alguien me
regalara, quizá el mismo Antonio Piedra, su director, gracias. Lo devoré y pude constatar y celebrar que
estaba ante un gran poeta.
He querido iniciar este A
la sombra de los mejores con uno de sus poemas, casi elegido al azar,
porque he disfrutado a la sombra de su luz poética y desde “ya” lo considero
uno de mis preferidos, además de amigo.
Y para rellenar de luz la sombra del poema con el que
inicié estas líneas ahí está ese deslumbrante Cuando tú apareciste: “Y de
pronto / ¡un ramo de rosas amarillas, / un vendaval de luz, / un golpe de dados
y fortuna! / Se me llenó la casa de ventanas, / se me llenó la frente de
canciones / cuando tú apareciste sonriendo / con música en los ojos y luz /
recién llegada. (1)
Gracias, amigo, Luis, un abrazo, gracias, amiga, Chus, mil
besos, y encantado, Carmen, de haberte conocido.
(1)
Los dos poemas
pertenecen al libro, La música del tiempo, de Luis Alonso
3 comentarios:
¡No lo había leído!!Acabo de leerlo ahora, y ha sido por indicación de Carmen, que 'se lo ha encontrado' casualmente hace un rato. ¡Qué barbaridad, Ángel, qué cosas desmedidas tan dices de mí! De todos, mil gracias. A ver cuando hay ocasión (o se crea) de repetir un encuentro como de aquella tarde moche en Rioseco. Un abrazo.
perdón por las erratas
Soy asiduo lector de poesía desde siempre y creo tener cierto olfato, y me pareció entonces, amigo Luis, y hoy lo sigo sosteniendo que en tu versos hay una vis poética muy potente, no en todos se puede decir lo mismo, cuídala y cuídate. Un abrazo.
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