sábado, 2 de noviembre de 2013

A LA SOMBRA DE LOS MEJORES XI


Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,
que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
por el sustentamiento, y la segunda era
por conseguir unión con hembra placentera.
Arcipreste de Hita

Dios, qué gran poeta y qué sabio y qué buen vividor y qué humano y hasta qué buen creyente.
Cómo se coloca también a la sombra de los mejores, para darle autoridad a lo que él también cree más y en mayor profundidad: Por dos cosas trabaja el hombre, la primera por llevar a casa el sustento, hoy, habría que decir exactamente lo mismo de la mujer, y la segunda por conseguir unión con hembra placentera y si es mujer con hombre delicado e inteligente, claro está.
Como sabía que muchas almas piadosas podrían escandalizarse de que un clérigo saliera con esas, enseguida sale al quite como buen goliardo y trotamundos, conocedor del buen vivir y el mejor beber y, por encima de todo, buen poeta, humorista y socarrón:
Si lo dijera yo, se podría tachar,
mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar.
De lo que dice el sabio no debemos dudar,
pues con hechos se prueba su sabio razonar.
E insiste en lo que dice el sabio, pero añadiendo de su cosecha su visión de la vida:
Que dice verdad el sabio claramente se prueba;
hombres, aves y bestias, todo animal de cueva
desea, por natura, siempre compaña nueva
y mucho más el hombre que otro ser que se mueva.
Y termina con este prodigio de sutileza que, sin entrar en las corrientes de los críticos sobre la verdad más verdadera del Arcipreste, de si era un recto clérigo o más bien un libertino y hasta buen amador. Porque eso qué importa, cuando estamos ante una poesía de altos vuelos, que es toda una obra de arte su “Libro de buen amor” y de disfrutarla y saborearla es de lo que se trata.
Yo, como soy humano y, por tal, pecador,
sentí por las mujeres, a veces, gran amor.
Que probemos las cosas no siempre es lo peor;
el bien y el mal sabed y escoged lo mejor.
No puedo terminar sin recomendar otro poema suyo excepcional: Elogio de la mujer chiquita, prodigio de fina ironía e inteligencia absoluta y para los lectores más empedernidos, desde luego, el libro entero. Los hombres de la Generación del 98 sabían a quién admirar y apreciar.

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