Hasta ahora nadie me ha llamado viejo, ni yo me considero así, aun
cuando vaya camino de los 75, que ya son tacos, pero tal y como van la cosas de
este Gobierno de nuestros males y pesares, pronto me dirán que me estoy pasando
de la raya y que vaya preparando las maletas porque los jubilatas estamos
poniendo las cosas rematadamente mal a esta sociedad de nuestros bienes y
nuestros amores. Porque pareciera que el Partido Popular que nos gobierna (y
sus expertos iluminando con sombras) nos estuviera diciendo al oído que
estorbamos y que no nos hagamos demasiadas ilusiones, porque nos van a seguir
congelando hasta el aliento, y los que vengan detrás, a no ser que tengan, como
los banqueros, pingües pensiones y como los que se llevan sobresueldos hasta en
la sopa, el riñón bien cubierto, que vayan pensando en otra cosa que envejecer
activamente, término del que me enamoré durante más de veinte años y hasta puse
toda la carne en el asador para que los que tenían a bien oírme, leerme o ser
coordinados se entusiasmaran igualmente y que no había mejor etapa, etapa de
madurez, siempre dije que era o podía ser la jubilación, y ahora ya ni me
atrevo a asomar la nariz como cuando de niño había que arroparse hasta el
cogote porque en los años cuarenta en Tierra de Campos no había calefacción en
las casas y los chupiteles de hielo se asomaban por las ventanas haciéndonos
tiritar de frío.
Pues eso, que los chupiteles aparecen de nuevo y una ola de
inseguridad y miedo está llegando hacia los que van y vamos cumpliendo años,
¿habrá que pedir perdón por ello? Porque en lugar de tirar de la manta en
muchas otras direcciones, como dicen otros expertos, a esta gente que gestiona
la cosa pública no se le ocurre otra cosa sino recortar en educación, en
sanidad y en pensiones. ¡Tiene bemoles!
Y uno, desde la calle de los ciudadanos de a pie, se pregunta,
como tantos otros expertos, sabios y documentados, por qué se permiten esos
sueldos multimillonarios (escándalo monumental en tiempos de 6 millones de parados)
y esas pensiones de banqueros que tan rematadamente mal han llevado la gestión
de los dineros de los ciudadanos y han llevado a la Banca a la bancarrota. ¿Para
cuándo el cese radical de la corrupción y el rigor en el control de los
intervenciones y tesoreros? ¿Cuándo a algunos de éstos veremos en la cárcel y
devolviendo hasta el último céntimo? ¿Cuándo la tributación a Hacienda de los
que se lo llevan crudo a paraísos fiscales? ¿Cuándo un Gobierno gobierna sin
mirar hacia atrás, a los que acaso también gobernaron muy mal, a la luna o al
sol que más calienta? ¿Cuándo el Fondo Monetario Internacional carga con alguna
responsabilidad por el daño cometido a los países en crisis sin que solo se
permitan alegremente reconocer sus errores tan graves con las medidas tomadas
siendo como son listos, competentes, dueños del saber, del poder y del dinero? “¿Qué les va a pasar a ellos?”, se
pregunta perpleja (y yo con ella) Almudena Grandes? Y precisa: “Los sabios -¡ja,ja,ja!- que asesoran al
Gobierno sobre la mejor manera de robarnos el dinero que hemos cotizado durante
décadas, vinculan el retraso de la jubilación al aumento de la esperanza de
vida. ¿Mande?”. Suena a cachondeo, ¿verdad? Y no se enteran, o no quieren,
de que quienes están salvando de esta situación calamitosa, a padres y a hijos,
son muchos abuelos, con sus ahorrillos de toda una vida y sus pensiones. Y
algunos se atreverán a decir también que los jubilados han vivido por encima de
sus posibilidades. ¡Ya!
¿Cómo hablar ahora del envejecimiento activo sin que se nos caigan
las pestañas y la vergüenza? Ya digo: mal
se nos están poniendo las cosas a los jubilados y peor a los que vienen detrás. ¡Ay! Pero algo habrá que hacer y dejar de mirar a las
musarañas...
1 comentario:
¿Quién mejor que otro que trabaja en la misma empresa para entender lo que dices? Pero verás Ángel la preocupación mayor que para este cura.
Hace poco envié a mis amigos una queja de un profesor de universidad (José Manuel López Nicolás) Y lo hice – no me avergüenzo por ello- después de secarme las lágrimas. El profesor nos presenta un caso que es para echarse a llorar o para salir corriendo no sé en qué dirección. Un universitario, un gran universitario, no puede seguir porque no puede pagar las tasas que nuestros iluminados dirigentes imponen. Esto Ángel creo que es mucho más preocupante que el que nos congelen las pensiones (nosotros ya necesitamos poco) pero ¿qué futuro espera, no a los siguientes jubilados, sino a las futuras generaciones? ¿Estarán condenados a ser dirigidos por los urdangarines, los bárcenas, los atillos o correas… y sigue y sigue ¡qué más da!?
Dos universitarios: uno con un 6,25 no puede seguir ¡no puede pagar las tasas! El otro no tiene que preocuparse por la nota, tiene un padre que ha robado mucho, todo lo que ha podido. Ante este último hay que rendirse por sus méritos económicos que nunca por los académicos.
¡Ya vale, ya vale, ya vale! No he visto ninguna reacción ante el escrito que yo envié a mis amigos después de secarme las lágrimas.
Un abrazo
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