domingo, 26 de mayo de 2013

YO, MÍ, ME CONMIGO... (como Aznar)




 O domesticamos al yo o no hacemos vida de él, lo tengo dicho, uno es que se repite ya mucho, porque en cuanto dices ay, oyes a tu alrededor, un sinfín de ayes que asusta, y los hay que en cuanto les dices qué tal, ya es un no parar pendiente arriba: sus títulos, sus aficiones, los altos puestos de sus hijos en este mundo de parados hasta en la sopa (y qué feo sacar pecho en estas circunstancias)... y ya no te dejan hablar ni aun tímidamente de tus títulos, tus hobbies, los milagros, aventuras y desventuras de tus hijos y de todo aquello que quisieras compartir, y tan elevados los ves que desconectas en cuanto puedes por salud mental y no intentar competir en tan ridícula jugada...

 Viene todo a cuento de haber contemplado la vuelta del Cid Campeador en las carnes flojas y bigote lacio de Aznar y en donde su yo-mí-me conmigo-solo yo-quien todo lo hizo bien-terminó con el paro-dio de comer al hambriento-nada tuvo que ver con la burbuja-miró para otro lado de lo que fuera corrupción-el más honrado de los honrados, según su portavoz Maruenda, el director de La Razón, para más señas- ni recibió-ni vio sobresueldos en las cocinas de la tesorería de su partido..., y como estaba entusiasmado en viajar más allá de las estrellas y constelaciones varias no olía en fiestas, bodas y cumpleaños el tufo a mierda que lo llenaba todo y todo se hacía irrespirable por el mal rollo presunto y no tanto de la gente de bien que terminaría imputada en una gran mayoría aplastante.

Y llegó, vio, se subió por las paredes, dio que hablar durante algunos días y no venció ¡por favor! solo una tormenta hueca de verano que se evaporó aun en los campos de su partido. Ni se le espera ni falta que hace su llegada, se le pasó el arroz, es de otro tiempo, no sé si de la Prehistoria o para ser más benigno de la Edad Media o del siglo pasado, da igual, es del pasado por mucho que intente hacer temblar con su mirada a los pusilánimes que se encogen ante su mirada feroz, al decir de algunos que a su lado estuvieron cuando era el dueño y señor de la Moncloa y sus alrededores.

Si queremos vivir a la altura de la dignidad humana, para qué más, cuidemos el yo, mí, me conmigo, para que no se suba a las paredes de la estulticia y la fanfarria y, si hiciera falta, domestiquémoslo, y huyamos como de la peste de quienes se hacen los indispensables y quieren salvarnos una y otra vez de lo que no necesitamos salvarnos y menos de las manos de los que no saben ser sino salvapatrias y dictadorzuelos. Nada como yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos que nos enseñaron los buenos maestros que tuvimos en la escuela pública.

3 comentarios:

El pastor de... dijo...

Es un incomprendido. Digo que Aznar es un incomprendido. El hombre que no cree en los milagros porque el milagro es él. Él, que sacó a su país de la miseria, que construyó, en su tiempo, más edificios que Alemania, Francia e Italia juntas… ¡Qué desagradecimos somos!
Sólo se le escapó un pequeño detalle: no supo ver que aquellas alegrías conducían irremisiblemente hasta donde hoy estamos pero… es que él, el señor Aznar digo, puede hacer milagros pero no es adivino. Ni podía saber que no había armas de destrucción masiva, ni que llegado un momento el mercado quedaría saturado de casas y sin dinero… etc.etc.
Eltuyo , o sea: él, tú, yo, ellos, vosotros, nosotros, en este orden señor milagro.
Un abrazo, también para él.

El pastor de... dijo...

En mi anterior comentario quizás por querer matar dos pájaros de un tiro erré el disparo. Lo que yo quise decir es que el camino emprendido conducía irremediablemente (Sin remedio) a la actual situación. Por otra parte, me parecía que haberlo emprendido no tenía perdón y así lo escribí: irremisiblemente (Sin perdón). Sigo pensando que quizás me equivoqué. De lo que no tengo ninguna duda es de que tanto el “hombre milagro” como su sucesor erraron de manera imperdonable

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Sí, sí, error tras error y así estamos. Por eso es tan grave errar en polìtica y por eso es tan importante elegir buenos líderes.