jueves, 2 de mayo de 2013

CARILDA OLIVER



CARILDA OLIVER – UN MANANTIAL DONDE BEBER AGUA BELLA

(A mis amigas -y a mis amigos, lógicamente- amantes de la  buena poesía)



Cuando conoces a un escritor y te sacude por dentro es como descubrir un manantial de agua cristalina de alta montaña. Me ha pasado, me lo regaló un viejo amigo de curre y aventuras culturales, que ahora tiene un cargo importante en la administración provincial e, ignorante de mí, como no conocía de nada ni el libro que me regalara ni a su autora, no le di ninguna importancia ni le puse demasiado interés, hasta que me dio por acercarme, curioso, a este rico manantial y fui descubriendo a una enorme poeta de allende los mares, cubana, de Matanzas, para más señas, y nacida en 1922, y vive, lo que me ha ido llenando de mayor satisfacción a medida de ir bebiendo en sus fuentes que, a buen seguro, seguirá manando su manantial creador.
Hablamos de Carilda Oliver, poetisa, abogada, profesora de dibujo, pintura y escultura, con una obra poética vastísima, y de su antología poética Todos los días, publicado por la Diputación de Valladolid – Fundación Jorge Guillén, ¿te sonaba?, pues ignorante de ti, porque estamos ante una escritora-poeta de las que pasan a la historia de la literatura en letras de molde. Y viene escribiendo y publicando, nada menos, que desde 1949, qué vergüenza, ¿verdad? Y muchos de nosotros sin habernos asomado a ese prodigio de mujer. ¡Qué vida!
Mientras escribo estoy escuchando Las Variaciones Goldberg de Juan Sebastián Bach y es como si nunca las hubiéramos escuchado. ¡Cuántos despistes y tamaña ignorancia!
Cualquier soneto suyo, al azar, valdría para ver que no exagero, porque satisfaría al más exquisito y avezado en los rigores y perfección de la métrica y el ritmo sin olvidar el contenido, ya digo un manantial que no se da en quien solo versifica, masacra sonetos y lanza ripios a diestro y siniestro.
Quiero detenerme, a modo de ejemplo, en un poema de verso libre titulado “Cuando papá...”, recreación, retrato, acomodo a la sombra del padre, con el cuidado y respeto de una hija que sigue las últimas huellas de quien se va acercando deslumbrada y conmovida por la pérdida de la memoria, a su progenitor, quieto ya y sin voz y sin memoria.
Cuando papá tenía más de setenta años
y el verbo le lindaba con la tierra
me dijo que era pobre sin los nietos
y se nos fue su sombra.
Cuatro versos clavados, cincelados mejor, el primero para situarnos, aunque no pasaría nada, ¿qué son setenta años? pero ya a continuación nos da la primera pincelada con lo que nos vamos a encontrar y además añade que se les ha ido la sombra que, sin añadir nada, el lector puede alargar: sombra protectora, cobijo, remanso en días de fuego y sol de verano, sin olvidar el verso que nos define a un padre y un abuelo que es pobre sin los hijos y los nietos.
Llegaron luego cartas
(nunca olvidó mi cumpleaños)
mensajes
para cuidarme el alma.
Pero entre letra y letra
había un mundo
de reconocibles telarañas
o eso que siempre traba los teléfonos
porque tiene el tamaño de una lágrima.
Ya lo he dicho, un padre, pobre sin hijos y nietos, que nunca olvidaba los cumpleaños, pero como quien no quiere la cosa, no hace falta decir más, ya se advierte en sus cartas un mundo de telarañas, ay la memoria, ay los primeros olvidos, y esos dos versos increíblemente bellos: eso que siempre traba los teléfonos  /  porque tiene el tamaño de una lágrima, ya que no es posible hablar de corrido, cuando ves que tu padre se tambalea, no atina, se pierde entre la niebla y las lágrimas aparecen.
Y es entonces cuando como en un tobogán enloquecido adviertes la tragedia, porque ya no es posible hilvanar una conversación mínimamente correcta, pero indagas para saber a fondo su estado:
Papá –le pregunté-,
¿cómo está tu mal de Parkinson?
Y contestó:
La niña se ha graduado en High School.
Papá  -le pregunté-, ¿te ha gustado la nieve?
Y contestó:
Al fin varón.
Papá -le pregunté-, ¿puedes vivir sin  la yagruma?, (hembra)
y ya no contestó.
No hay duda de que estamos ante un diálogo, aparentemente banal, y nada más cierto, porque las preguntas están maravillosamente encadenadas hacia los intereses sobre los que cualquier ser humano podría hablar largo y tendido, y ya no contestó.
Retrocede en el tiempo  buscando las huellas de su memoria, el retrato del que fue siempre un perfecto caballero y en lo últimos nota que se encogía como un beso de amor. Acertada comparación como tantas de esta poeta experta en temas eróticos.
En los retratos noté que se encogía
como un beso de amor.
Y yo acordándome
de la última vez cuando le vi
con aquel traje tan oscuro,
aunque menos negro
que su adiós.

Pasaba el tiempo
-el tiempo que no cabe en el reloj-;
naturalmente, porque el tiempo es memoria y recuerdo y emociones y sentimientos y experiencias y amor por todos los costados y mucha ternura vivida a lo largo y ancho del ciclo vital, que no encajan ni caben ni se ajustan en el tiempo con medida...
 Pasaba el tiempo
 -el tiempo que no cabe en el reloj-;
las cartas eran pocas,
cayó de los teléfonos su voz.
Al fin se fue quedado quieto.
Entonces dijo solamente: Cuba,
 y me a visaron que murió.

Prestad atención a esa caída de su voz de los teléfonos personificados. No se puede decir ni mejor ni más bellamente la suspensión de toda comunicación: cayó de los teléfonos su voz.
Y curiosamente, sus últimas palabras, fueron lo que para él había sido todo: su país, su patria, su tierra, sus raíces, los suyos y él mismo.
Está claro que hay que volver y volver, como en el viejo tango, para saborear y deleitarse en las cotas tan altas que alcanza un poema cuando está así de bien escrito. No, no se puede pisar la buena poesía, pasar hoja y lanzarse a toda prisa, como si de un tebeo se tratara, es un delito de lesa majestad, porque nos hallamos ante una tremenda gran  historia, contada en versos que son, todos y cada uno de ellos, latigazos de luz y emociones que pasan por la mente y se quedan clavados en el alma.
Y ya puestos no habría que perderse los poemas: Devuelta al tomeguín, Mi abuela española, La cita rota, La cita I y II, Cuento, Yo iría con usted a un hotel pobre o el fantástico soneto No me canso, mi amor, ya de quererte, todo un guiño al famoso soneto anónimo, terminando de la misma forma: lo mismo que te quiero te quisiera, de una hechura, me atrevería a decir, no menos perfecta. Todo un festín, como suele decir una buena amiga mía y un poco vuestra.
CARILDA OLIVER LABRA

2 comentarios:

El pastor de... dijo...

Leí esta tú entrada una vez y me dije: no tengo nada que añadir. Volví a leerlo una vez más y me di cuenta que algo quería decir, pero ¿qué? Por fin supe que había algo que nunca sabrías si yo no te lo digo: es posible, incluso es muy probable, que sea esta la entrada que más veces he vuelto a leer. ¿Por qué será?
Un abrazo

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Señal de que estamos ante una poeta extraordinaria, que resiste una y mil lecturas. Me alegra, amigo Pastor, de que te haya gustado. ¡Canela fina, que dirían en mi pueblo, y no sé si en Camporredondo también!