jueves, 16 de mayo de 2013

¿PARA QUÉ SE HABLA Y POR QUÉ SE ESCRIBE?




La primera parte del título pareciera, de entrada, que va orientada a la situación actual, como si no mereciera la pena hablar más tras la que está cayendo (lloviendo chuzos de punta) y no es así, se refiere más allá de toda circunstancia. ¿Para qué hablar, cuando hablamos, si acaso fuera mejor callar, dando mayor sentido e importancia al silencio?  ¿Para qué hablamos, cuando hablamos tanto y en todo tiempo y lugar sin callar y dejar hablar a los otros? ¿Para qué hablamos tanto sin decir apenas nada? Pero también, ¿cómo callar cuando se hace necesario hablar?
 
Porque hoy me interesa hablar más de la segunda parte: ¿Por qué se escribe?

Borges, porque para él no había otro destino. Bryce Echenique para que le quieran. Philip Roth, que va de sobrado, no quiere responder a esa pregunta porque “necesitaría, dice, la vida entera para dar una respuesta”. Ana María Matute, porque nunca está tan viva que cuando escribe. “Escribir, responde Juan Marsé, es una forma de protesta y de crítica frente a cualquier tipo de sociedad, de institución humana o de régimen político o social”. Toni Morrison, para dar testimonio. A Carmen Martín Gaite, la pasión por escribir le llevaría a hacerlo aunque no hubiese editores. Onetti, por placer. Julio Llamazares  “para hacer pensar. La literatura tiene que dar calambre y conmover al lector. Y, como el arte, te tiene que provocar un chispazo que remueva algo dentro del lector»...   Basta ya.

Importa más, en el caso de que tú escribas, preguntártelo alguna vez. Yo me he hecho muchas veces esta pregunta y suelo contestar más o menos así:

Escribo para aclararme, humanizarme, tomar conciencia, expulsar la bilis o sacar a pasear el lado bueno que hay en mí, dar lo mejor de mí mismo tanto para decir sí como para decir no, (sí, decir no, por propio convencimiento,  un logro tardío de nuestra cultura, que hace diferenciar la opinión del individuo de la del grupo, como dice el catedrático de sociología, Ignacio Sotelo) de forma que, como Martín Gaite, si no se publicara, también escribiría, porque va en la sangre y me considero el primer lector, el segundo y el tercero, es decir, inmensa minoría, ya que hasta que el escrito no está corregido, aumentado y rehecho no lo doy de paso, resultando a la fuerza de que lo que digo va referido en primer lugar a mi persona, para que se aclare, se sensibilice del asunto y no lo dirija a las estrellas,  puesto que, en  general, nada de lo humano me es ajeno, y cuando vibra la calle no me gusta ni me atrae mirar a la luna embelesado y cantarle romances de amor y duelo.

Escribo para arrimar el hombre a la tarea de la vida y más cuando ésta se pone cuesta arriba, pero también por el placer de ver convertido el folio en blanco en un producto fruto de la creación, siempre hemos querido robar el fuego a los dioses y, desde luego, no para entretener ni complacer, sino para, abrir puertas y ventanas e invitar a contemplar otros paisajes y, fundamentalmente, que el lector se haga las mismas preguntas que yo y algunas más y siga pensando y rumiando por su cuenta y riesgo.

Escribo... yo qué sé... si me lees, seguro que sabes más y mejor que yo por qué

1 comentario:

El pastor de... dijo...

Verás: tengo un buen amigo -no lector compulsivo pero si lector- que dice que para leer lo que más le gusta primero coge un folio, se lo pone delante y, a su manera, le cuenta sus cosas. Después, cuando quiere leer algo que le haga sentir recurre al folio, se lo pone delante y éste le cuenta las cosas que le hacen vibrar y emocionarse. Ves, mi amigo, a su manera, también escribe ¿o esto no es escribir?
Un abrazo