La primera parte del título pareciera, de entrada, que va orientada a
la situación actual, como si no mereciera la pena hablar más tras la que está
cayendo (lloviendo chuzos de punta) y no es así, se refiere más allá de toda circunstancia.
¿Para qué hablar, cuando hablamos, si acaso fuera mejor callar, dando mayor
sentido e importancia al silencio? ¿Para
qué hablamos, cuando hablamos tanto y en todo tiempo y lugar sin callar y dejar
hablar a los otros? ¿Para qué hablamos tanto sin decir apenas nada? Pero
también, ¿cómo callar cuando se hace necesario hablar?
Porque hoy me interesa hablar más de la segunda parte: ¿Por qué se
escribe?
Borges, porque para él no había otro destino. Bryce Echenique para que
le quieran. Philip Roth, que va de sobrado, no quiere responder a esa pregunta
porque “necesitaría, dice, la vida entera para dar una respuesta”. Ana María
Matute, porque nunca está tan viva que cuando escribe. “Escribir, responde Juan
Marsé, es una forma de protesta y de crítica frente a cualquier tipo de
sociedad, de institución humana o de régimen político o social”. Toni Morrison,
para dar testimonio. A Carmen Martín Gaite, la pasión por escribir le llevaría
a hacerlo aunque no hubiese editores. Onetti, por placer. Julio Llamazares “para hacer pensar. La literatura tiene que
dar calambre y conmover al lector. Y, como el arte, te tiene que provocar un
chispazo que remueva algo dentro del lector»... Basta
ya.
Importa más, en el caso de que tú escribas, preguntártelo alguna vez.
Yo me he hecho muchas veces esta pregunta y suelo contestar más o menos así:
Escribo para aclararme, humanizarme, tomar conciencia, expulsar la
bilis o sacar a pasear el lado bueno que hay en mí, dar lo mejor de mí mismo
tanto para decir sí como para decir no, (sí, decir no, por propio
convencimiento, un logro tardío de
nuestra cultura, que hace diferenciar la opinión del individuo de la del grupo,
como dice el catedrático de sociología, Ignacio Sotelo) de forma que, como
Martín Gaite, si no se publicara, también escribiría, porque va en la sangre y me
considero el primer lector, el segundo y el tercero, es decir, inmensa minoría,
ya que hasta que el escrito no está corregido, aumentado y rehecho no lo doy de
paso, resultando a la fuerza de que lo que digo va referido en primer lugar a
mi persona, para que se aclare, se sensibilice del asunto y no lo dirija a las
estrellas, puesto que, en general, nada de lo humano me es ajeno, y
cuando vibra la calle no me gusta ni me atrae mirar a la luna embelesado y
cantarle romances de amor y duelo.
Escribo para arrimar el hombre a la tarea de la vida y más cuando ésta
se pone cuesta arriba, pero también por el placer de ver convertido el folio en
blanco en un producto fruto de la creación, siempre hemos querido robar el fuego
a los dioses y, desde luego, no para entretener ni complacer, sino para, abrir
puertas y ventanas e invitar a contemplar otros paisajes y, fundamentalmente,
que el lector se haga las mismas preguntas que yo y algunas más y siga pensando
y rumiando por su cuenta y riesgo.
1 comentario:
Verás: tengo un buen amigo -no lector compulsivo pero si lector- que dice que para leer lo que más le gusta primero coge un folio, se lo pone delante y, a su manera, le cuenta sus cosas. Después, cuando quiere leer algo que le haga sentir recurre al folio, se lo pone delante y éste le cuenta las cosas que le hacen vibrar y emocionarse. Ves, mi amigo, a su manera, también escribe ¿o esto no es escribir?
Un abrazo
Publicar un comentario