lunes, 11 de marzo de 2013

¿HECHOS DE ÁTOMOS O DE HISTORIAS?



 Los científicos dicen que estamos hechos de átomos y los poetas y narradores, tal y como les ha contado un pajarito, que estamos hechos de historias, como nos recuerda Eduardo Galdeano.

Y uno piensa que será más científico lo primero, no voy a enmendar la plana y llevarles la contraria nada menos que a los sabios de muchas y profundísimas materias, pero, a estas alturas de la vida y la película de cada cual, incluida la mía, me quedo con el cuento del pajarito, me quedo con mi biografía y la tuya, mis historias y las nuestras que, bien enhebradas, darían para una espléndida novela o interesante biografía. Lo han dicho otros, a quienes considero maestros, antes que yo y solo sigo su magisterio y me adhiero a su escuela.

 Suelo usar, en mi taller de escritura creativa,  la frase de la escritora Susana Fortes que dice que “las palabras que de verdad cuentan  nunca son más que unas cuantas y a través de ellas uno podría explicar su vida” y hasta me atrevo a poner sobre la mesa, a modo de ejemplo, mis cuatro o cinco palabras con las que explicaría gran parte de mi vida: caballo,  bicicleta, padre, maestro, amores prohibidos, primeros versos...

Sí, es cierto, toda mi niñez, como la tuya, gira en torno a unas cuantas palabras, más bien pocas, capaces de generar una película, un libro, una biografía. Es nuestro sustrato, la tierra firme o movediza que constituye la base de todo lo que vendrá después. Cuatro o cinco palabras, nada más, que generarán, a su vez, otras palabras, historias encadenadas, discursos paralelos, toda una biografía que emerge con la fuerza de una torrentera, uniendo el pasado, que sigue vivo en la memoria, con el presente y todo cuanto se cuece en su entorno y el futuro al alcance de las manos y los sueños.

Palabras, palabras, palabras… nada más que muletas, pero nada menos, para andar por los espacios por los que hemos deambulado, componer así retazos de nuestra vida y profundizar en el propio yo y sus alrededores. Es el comienzo de la vida, el nacimiento de todo río y sus afluentes, que continuarán ensanchando su horizonte con nuevas aguas, nuevas palabras, que irán aflorando en cada vivencia, recuerdo y ensoñación, partes de un todo, que en la manos de un artista pueden llegar a componer toda una sinfonía armónica, un magnífico relato o deshacerse en mil pedazos: el río convertido en lodo, como consecuencia de un cambio climático adverso y la vida en más o menos desastre por las inclemencias de cada uno y  su circunstancia. ¿Quién sabe?

Somos autores de nuestra vida, aunque ésta también puede ser escrita, descifrada y expuesta al aire de la calle; autores de nuestra biografía (poema, cuento, novela, ensayo…), no tanto para ser admirada como para que alguien encuentre en ella calor y cobijo o se anime a escribir, descifrar y exponer la suya.

Ya ves, cuatro palabras, nada más, y si te pones llenas páginas y páginas de tu propia película, de tu  biografía a secas.

Y así, como sin querer queriendo, fueron saliendo treinta pequeños capítulos de la biografía de mi infancia que he llamado Aires de infancia en Tierra de Campos y sin querer queriendo van saliendo en el taller dignísimos relatos de todos y cada uno de sus componentes.

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