En un mundo dominado por lo material, y
además de usar y tirar, pero en el que, paradójicamente, las cosas han perdido
su valor, Luis García Montero
emprende, con hondura poética y humana, ironía y gran sensibilidad, un hermoso
inventario, ejemplo que nos ha valido en el taller de escritura creativa para
hacer nuestro repaso particular de las cosas de nuestras casa hacia las que,
igualmente, hemos acariciado y contemplado, como un acto amoroso de agradecimiento,
un deseo de rebeldía y una forma de resistencia como sostiene el autor. El
libro lleva por título, por ello, Una forma de resistencia y de
subtítulo: (Razones para no tirar las cosas)
«Los banqueros cuentan sus beneficios, los
políticos sus votos y los poetas sus cosas”. Así comienza el magnífico libro de
García Montero, en el que va repasando muchas de las cosas de su casa, que
hablan a gritos desde su silencio, porque encierran toda una vida llena de
recuerdos, vivencias de otro tiempo a lomos del mejor corcel- nuestra memoria.
No podemos permitirnos el lujo de usar y
tirar en un mundo que usa y tira a discreción sin la mirada atenta a cuanto
vivimos y menos, nos viene a decir, García Montero, esas cosas con capacidad de convertirse en “vigilante
del recuerdo”. Y en otro lugar leemos: “Las
cosas son un relato, un curso abreviado
de filosofía, una forma de cuidado... nos conocen y sirven para conocernos”.
Y así, con enorme sensibilidad hacia grandes
valores como la justicia, la solidaridad, la libertad, más amigo de la
compasión que de las certezas de las ideologías políticas y religiosas, “no
tengo fe en nada”, escribe, el amor, la amistad (qué delicioso capítulo con el
título de soledad, que me lleva a uno de sus versos cuando ejerce de poeta y
que leí hace tiempo: “He aprendido a
callarme cuando me quedo solo”), mirar con atención las cosas que se quedan
con nosotros y las cosas que pasan, la alegría de vivir, “la alegría de el alcohol y los encuentros”, “momentos de plenitud que debo al mundo líquido de la luz y de los
bares”, etc. etc. y que uno en mi memoria a los dos últimos versos de un
soneto del mago de las palabras, Borges, Las cosas: Durarán más allá de nuestro olvido;
/ no sabrán nunca que nos hemos ido”.
Sí, así es, ciegas, mudas, extrañamente sigilosas, altamente significativas,
doblemente silenciosas, pero que han dado color, sabor y calor a nuestros
sueños, nuestra forma de ser, nuestro contacto más cercano y cálido con la
naturaleza y con la vida y nos han hermanado con ellas.
Bellísimo inventario de cosas a través de
las cuales este gran poeta y buen escritor pasa revista a lo humano y de paso
lo divino y lo social, el mundo de los libros y de la política..., que nos ha
servido de música de fondo para hacer nuestros pinitos de alumnos que intentan
con pasión ser aventajados.
A mí me sirvió, como tarea del taller de
escritura creativa, una visera, que me regalaron hace unos meses, para llevar mi recuerdo a la
que siempre usó mi padre y atraer su imagen y todos los recuerdos que me
unieron a él.
Ellos, los componentes del taller, unos
pocos, y ellas, la mayoría, eligieron: un cuchillo, los palilleros de escribir,
una butaca, la mesa, un bolso, mi barquito de papel, una librería...
Esto es, las cosas que son más nuestras,
páginas de nuestra biografía, que elegimos, tocamos y contemplamos, día tras
día, noche tras noche, con un deseo de rebeldía, una forma de resistencia y guardamos
en el fondo de nuestro armario interior,
o mejor, en nuestro almario. Las cosas, las cosas de la casa, la propia casa,
unidas todas a nuestra piel... que me llevan sin remisión al tema sangrante de los desahucios, porque quedarse sin
casa y con la hipoteca de por vida es quedarse a la intemperie, a las heladas
del monte raso, a la mendicidad. Cómo no entender las palabras de Ada Colau y
que se atreviera a llamar criminal a un banquero, todos sabemos que la acepción
de criminal es también y en primer lugar cometer un delito grave como el que
nos ocupa y por ello nada menos que José María Mena, ex
Fiscal Jefe de Cataluña ha dicho: “Ada
Colau describió una estafa monstruosa, generadora de un cúmulo de
empobrecimientos y desgracias sin límite. Sus palabras deben ser
aplaudidas, y no recriminadas. Hirió, pero no mintió”.
Una forma de resistencia, de Luis García
Montero, un hermoso libro que recomiendo.
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