Sí, sí, ahora estamos en eso. Bienvenido
el decrecimiento que nos pondrá las pilas para transitar por este mundo nuevo. Carlos Taibo, profesor de
Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid,
lo
resume de la siguiente manera (y tras los puntos suspensivos, tan fecundos, yo
he añadido lo que vosotros, y mucho más, haríais, si os lo propusierais):
1.- La primacía de la vida social sobre la lógica de la producción... para crear un red tupida de solidaridad, compromiso social y muchos amigos. El crecimiento disparatado, por encima de lo social, ya sabemos lo que nos ha traído: corrupción, pobreza y desarraigo.
2.- El ocio creativo frente a las formas de ocio basadas en el consumo... hasta el niño disfruta más con un caballo de palo que con juguetes muy sofisticados, que abandona con rapidez. Si lees y mejor si escribes, si oyes y mejor si cantas, si vas al teatro, pero mejor si te subes al escenario, si acudes a exposiciones, pero mejor si pintas, si escuchas, pero mejor si entra a debatir... y así sucesivamente. Con la creatividad arrebatamos el fuego a los dioses.
3.- El reparto del trabajo... naturalmente, ya va siendo hora de que pensemos también en el mejor reparto del trabajo y de las horas de trabajo, porque en una sociedad sana no puede ser que unos tengan tantas horas, otros, tan pocas y muchos, ninguna.
4.- El establecimiento de una renta básica de ciudadanía... ¿para qué más? que vaya abiertamente contra las desigualdades hirientes y escandalosas que van precisamente a más de forma impúdica.
5.- La reducción del tamaño de muchas infraestructuras productivas, administrativas y de transporte comenzando por las más lesivas para el medio ambiente... infraestructuras faraónicas, inútiles, solo para epatar, salir en la foto, la enfermedad de la piedra y lo grande que les entra a los que se subieron a la poltrona y todo aquello que entre todos hacemos sin que se nos mueva un pelo para cargarnos el planeta.
6.- La recuperación de elementos de la vida local y rural... nos fugamos a la ciudad y nos fuimos olvidando de algunos valores fundamentales de lo pequeño, la naturaleza libre y el saber y sabor de los pueblos, y hasta de que la verdad no solo está en la ciudad y el cemento.
7.- En el terreno individual, la sobriedad y la sencillez voluntarias... lo que aprendimos de niños y por desgracia con el señuelo de las vacas gordas lo hemos olvidado, pero en tiempos de vacas flacas debemos volver a ese mundo que nunca debimos perder, el de la pasión por el trabajo bien hecho, la sobriedad del que es feliz con lo suficiente y aunque sea poco y el valor de lo humilde y lo humano.
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