Puse
como tarea, en el Taller de Escritura Creativa que coordino, escribir sobre sí
mismos o sobre algún familiar o amigo como si fueran una casa, a la luz de un
hermoso artículo de Luis Alonso, y cuando llegué a casa me puse a hacer los
deberes que les puse. Esto es lo que salió:
Mi casa no es distinta de mi cuerpo y de
mi mente y con todas sus dependencias se identifica con él, con ella. Mi casa,
mi cuerpo, mi mente, con seis ventanas al río donde se oscurece la tarde, le
pega el sol de madrugada e incendia las tardes del otoño salpicado de diez mil
colores.
Asomado a las ventanas veo el río y
siento el latido de la sangre y del mundo que amo y critico porque es mi mundo
y porque le quiero más arriba, alejado del barro y la cochambre.
La estancia mayor está en la buhardilla,
cerca de las estrellas, allí donde nace mi infancia y desde donde se va
enhebrando mi personalidad, niño de escuela y un solo maestro que se
multiplicará por ciento hasta bien entrados los treinta y muchos para no
abandonarlos donde quiera que esté, con libros y papeles, escritos a mano hasta
que llega la informática, que se pega a la piel y termina por alargar tu
estatura.
El comedor quisiera ser siempre fonda,
mesón, tertulia y rincón de las complicidades y más de un secreto, lo fue y lo sigue siendo. Llegué
tarde a los placeres de la carne, el vino y la tertulia y cuando se han
saboreado sus mieles nada como estar arropado por buenas y santas mujeres, sin
que falte el buen vino de la ribera y unos cuantos libros abiertos a la par que
tensen la mente en calentura hirviendo de creación y permanente aprendizaje,
porque ¿para qué más que un buen alumno aventajado en rellenar cuartillas y
bordar algún poema suelto y artículo bien amarrado?
Con los años se mantiene en pie y ya no
sabemos si somos jóvenes, adolescentes, niños de pocos años, adultos de muchos
y casi-casi entrando en plenitud de las edades. Hay algunas grietas por las
paredes, como rasguños en el alma, goteras, más de cuatro, que las voy contando
detalladamente, la memoria, que falla, el estómago, que nunca ha ido bien desde
que un doctor en despistes me lo maltratara, le falta alguna teja al tejado,
pero cómo no si la humedad del río y las piñas del pinar hacen destrozos, como
lagunas, más de una y cien, que se aposentan en mi mente hasta dejarla
malparada, junto a los despistes monumentales, errores a mansalva y torpezas a
raudales. No exagero. Y por ello hay que retejar, pintar, pulir, barnizar, dar
marcha atrás, pedir perdón, fomentar los buenos momentos y tirar para adelante
con la casa y el propio yo.
Por ello mi casa sigue en pie, mi cuerpo
se mantiene decentemente, diría yo, y mi mente, que ni vive ni vivirá fuera de
mi cuerpo, se mantiene erguida, despierta y despejada para hacer que, esta mi
casa, y mi yo, junto a todas mis circunstancias, sigan ofreciendo albergue,
descanso y solaz para cuantos caminantes y amigos se acerquen y se detengan a
degustar una copa de buen vino y unos versos de las mejores antologías.
Pasen, por favor, pasen, pasad amigos
míos y disfrutad de esta mi casa, intentaré ser el mejor de los anfitriones. No
es mucho, pero vive Dios, que si más tuviera y mejor, estaría a vuestra
disposición. Y de paso deciros que me encantaría entrar en vuestras casas, lo
sabíais.
2 comentarios:
Buenas y santas y sabias palabras. Leyéndolas, se siente uno 'bien hallado'
Sea Vd. bienvenido, gracias, amigo, por tanta magnanimidad.
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