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Parecen enfadados, pero ello no
obsta para que él, aun sin querer mirarla, le dé cobijo y ponga el paraguas a
la que parece ser sin duda su compañera, mientras él prefiere mojarse a lo
bonzo.
¿Qué hay del amor pasional de sus
años jóvenes? Acaso nada, pero los gestos son bibliotecas abiertas para leer,
descifrar, subrayar y asimilar en el aprendizaje necesario que nos regalan los
años de muchos que han hecho de su vida sobriedad hasta para tomar aire y una
generosidad que brota de los más dentro de todos sus manantiales interiores aunque
desentone su rictus de asco y amargura.
Se han dicho tanto a lo largo de tan
larguísima vida que ya nos les quedan palabras, más aún, se llevan como el
perro y el gato y usan palabras que no debieran. Si ella dice hola, él
contesta: a qué viene tanta galantería; cuando él le indica: déjame pasar, ella
responde con una jeta que se la pisa: ni que fueras el Cid Campeador; si él la
mira con dulzura, ella se da media vuelta y ni atiende ni entiende a qué viene
esa media risa alelada; si ella se esmera en hacer el postre que más le gusta,
el comenta que a qué viene tanto despilfarro; él y ella, ella y él..., pero que a nadie se
le ocurra hablar mal de alguno de ellos, porque se le tiran a la yugular, por
ejemplo, y cuando arrecia el temporal allí está él con el paraguas abierto,
como si fuera la reina que es en el fondo de su subsuelo.
2 comentarios:
...y si alguien observa algún defecto en ella, no debe manifestarlo cuando él tenga el bastón al alcance de la mano.
He dicho.
Que seáis felices.
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