Dices que “las
huelgas no sirven para nada”, eso dices, y no se te congela el aliento, ni se
te cae la lengua por decir una vaciedad. Y lo dices a grito pelado en el bar de
la esquina y cuando vas de tertuliano a la radio o a la tele, donde te las das
de enterado y casi-casi de intelectual de pro. O dices que ha sido un fracaso.
Pero yo te
diría que estudiaras historia, que “estudies lo elemental”, como pedía Bertolt
Brecht, y verías que las grandes cambios de lo social, cultural y económico,
que en el mundo ha habido, se han debido a que las gentes de abajo,
principalmente las gentes machacadas, puteadas, marginadas y empobrecidas se
han movido, movilizado organizando huelgas, grandes manifestaciones y pequeños
gestos individuales, pero de contenidos revolucionarios.
¿Me permites un
rápido repaso?
Ha llovido,
porque sucedió, en Egipto en el año 1166 a. de Cristo: Así lo describe el
escriba que consignó lo sucedido: los trabajadores traspasaron los muros de la
necrópolis diciendo: “Hemos venido aquí empujados por el hambre y la sed, no
tenemos vestidos. Escriban esto al Faraón”. Y sigue diciendo el escriba:
“Comunico a mi señor que estamos completamente empobrecidos. Se nos ha quitado
un saco y medio de cebada para darnos un saco y medio de basura”. Y
consiguieron sus propósitos. Dicen que fue la primera huelga de la historia.
Otro ejemplo:
¿La esclavitud se habría abolido por inercia o deseo de quienes estaban felices
acostumbrados a tener un montón de
esclavos a su servicio o gracias a que se luchó contra esa ignominia?
¿No sabes que
Rosa Park fue una figura importante del movimiento
por los derechos civiles en Estados Unidos, en especial por el
simple pero valiente gesto de haberse negado a ceder el asiento a un blanco y
moverse a la parte de atrás del autobús, año 1955, en el sur de Estados
Unidos. Y aunque acabó en la cárcel por
tal acción, todo el mundo sabe que fue la chispa del movimiento por los
derechos civiles.
En estos días,
si el personal del Hospital La Princesa no se hubiera rebelado, encerrado y
manifestado, día tras día, ¿alguien cree que el Gobierno de la Comunidad de
Madrid hubiera dado marcha atrás?
Y así, suma y
sigue.
Oía esta mañana
decir a quien sabe de huelgas, que éstas son el caldo de cultivo de las
manifestaciones.
Te diré lisa y
llanamente: lo que no sirve es quedarse lindamente en casa, meterse en la
cáscara del caracol, esconderse bajo las alas como el avestruz, mirar para otro
lado, hacer la crónica del día el día anterior, mirar solo a las decenas de
violentos y sacarlos en portada y no detenerse en los miles y miles y miles de
huelguistas y no digamos manifestantes que salieron a la calle, coco con codo,
hombro con hombro en un abrazo apretado y solidario. Como quería nuestro gran
poeta Aleixandre:
“Hermoso es, hermosamente humilde y
confiante, vivificador y profundo, / sentirse bajo el sol, entre los demás,
impelido, / llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado”. El
poema se titula En la plaza, y lo
mismo que te digo lo de estudiar historia te recomiendo leer poesía.
¿No sirve de
nada hacer huelgas? ¿Ni salir a la calle? ¿Ni decir: ¡basta ya!? ¡Venga ya,
hombre, venga ya! Y ponte a estudiar y a leer.
4 comentarios:
Gracias, Ángel, me has entusiasmado más de lo habitual. Gracias por dignificar y por la historia de Egipto que has citado. Recomiendo a todos tus lectores que no lo hayan hecho, empaparse de Iñaki Gabilondo, y su discurso "Muerte a los sindicatos" http://blogs.elpais.com/la-voz-de-inaki/2012/11/muerte-a-los-sindicatos.html, lleno de lucidez y llamando al respecto, de partida, por los sindicatos, y apartir de ahí, y desde al autocrítica, llamando a la evolución colectiva, al progreso de todos, no sólo de sindicatos y sindicalistas, a los que muchos se atreven a llamar trasnochados, sino también de la patronal obsoleta, que también existe, y de las políticas tan vulgares y refritas que estamos sufriendo. Las diferencias en las capas sociales se están agrandando, de tal manera, que estamos viviendo un retroceso en el acceso a servicios básicos (y lo que nos queda) inimaginable, hace sólo dos o tres años. Si la modernidad es el neoliberalismo salvaje, sin medida e insaciable, paren esto que me bajo, que una cosa es modernidad, y otra progreso. Y para plantearnos que tipo de modernidad queremos, hay tiempo de pensar y repensar, sin embargo, el progreso no tiene tiempo para replantearse, ha de ser constante, en medida que sea colectivo.
Los sindicatos, y sus abogados, para quien no lo sepa, también sirven para hacer justicia, no sólo en la calle, también en los juzgados, y defender a los que indefensos se ven apeados del mercado laboral por decisiones caprichosas, revanchismos y oscuros intereses, especialmente de amamantarse de privilegios para los que ninguno hemos nacido. Y menos, quien ni sabe, ni quiere saber como se dirige una empresa, sin más pretensión que el lucro. Lucro económico, lucro de protagonismos, lucro de privilegios, y en definitiva, todo lo que es aprovecharse en demasía, del doblar el lomo del prójimo o de los recursos a los que se accede desde el empoderamiento.
Ni doblados, ni doblegados
Óscar
Gracias, Óscar, por tu comentario que hago mío, porque no tiene desperdicio, escrito desde las vísceras, pero sobre todo desde la mente.
Se me olvidó decir que el magnífico artículo de Iñaqui Gabilondo lo recomendé yo también en Facebook. Merece la pena.
Haber, supongamos que yo me inclino a pensar que quizás tienen razón los que dicen que las huelgas no sirven de, o para nada. Pero entonces...¿por qué ponen tan nerviosos a sus, tradicionales, detractores? Espero que alguien me saque de dudas y, hasta entonces, seguiré pensando que solo aquellas que se hacían hace muchos, muchos años, son las que no servían para nada. ¿O es que no se hacían? Estoy confundido. ¡Esta memoria...
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