Fotos de Enrique Salas y Gaudencio Busto
Hubo un tiempo que de tanto mirar a las estrellas me olvidé de que la
mirada urgente está en las cosas de aquí abajo, en las que bailan a ras del
suelo y le he dedicado una temporada a
contemplarlas desde la luz de una gatera entendiendo que no era perder el
tiempo: la vida humilde de los humildes, la crisis que estrangula a los de
siempre y repercute en las clases medias con
fuerza, el miedo, la impotencia, la falta de libertad, la cochambre de
los palacios y sus cloacas y la mujeres que reciben malos tratos de sus parejas
y nada buenos de algunos ministros... y como decía en la primera ventana: el suelo, los bajos fondos, la miseria de la
gente, los humos bajos, los bajos sueldos, la calderilla, los sueños de andar
por casa...
Pero te aconsejo que, si hiciste lo que yo, te pases a la acera de
enfrente y olvides por un tiempo la gateras, no vaya a ser que te quedes para
siempre a ras del suelo, las suelas de los zapatos, los charcos de la calle y dejes de lado la luz que viene de lo alto (y
lo profundo) que te invita
constantemente a ser más y alargar tu estatura.
Aunque mejor la Y, que une,
complementa y enriquece, que la O,
que separa, merma y te estresa al tener que elegir sin fundamento. Es decir: ventanas y gateras.
Y se complementa esta visión con lo que escribe el gran escritor
italiano, Claudio Magris (no tardará en ser premio Nobel) sobre el sueño y la
razón, la utopía y el desencanto. La utopía nos invita a soñar y a seguir caminando,
como nos enseñó Galdeano, buscando lo mejor, pero ella sola nos aleja de lo
real. “Utopía y desencanto, antes que contraponerse, tienen que sostenerse y
corregirse recíprocamente”. “El
desencanto, dice Gustavo Martín Garzo, siguiendo a Magris, nos devuelve la
cordura, nos hace ver que si nuestros sueños son importantes, también lo es
aprender a vivir en ese espacio humilde que compartimos con los demás”.
Ya digo, ventanas y gateras. Don Quijote, por sí solo, sería penoso y
peligroso, un alucinado, y Sancho el más
vulgar entre los vulgares, juntos son gloriosos, se corrigen, se complementan,
se escuchan, dirá Claudio Magris y subrayamos
nosotros. “Don Quijote necesita a Sancho Panza, que se da cuenta de que
el yelmo de Mambrino es una bacinilla y percibe el olor a establo de Aldonza,
pero entiende que el mundo no está completo ni es verdadero si no se va en
busca de ese yelmo hechizado y esa beldad luminosa”. Desde que leí El
Danubio me deslumbró para siempre este escritor italiano.
3 comentarios:
Nihil obstat, querido Ángel.
Solo una pequeña puntualización: como sabes, la "O" no siempre es disyuntiva, en ocasiones puede ser identificativa. Un saludo, amigo.
Gracias Luis, es cierto, tendría que haber matizado y dicho que cuando la o tiene sentido disyuntivo. Saludos.
Estoy muy espesa hoy... ¿"O" identificativa? ¿Me ponéis un ejemplo?
Publicar un comentario