Insisto en el mensaje de una
lectura realista y esperanzadora ante las pérdidas, la muerte de los más
allegados, la desaparición de los pueblos, los desastres de las guerras, las crisis,
la leche derramada...
“No hay que morir con el muerto”, es una frase que suelen decir
los turcos al dar el pésame por la muerte de un familiar, que he subrayado y copiado
de la última novela del Premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, El museo de
la inocencia.
Se le puede hacer un monumento
a la gatera y a todo el mundo que se fue con ella, pero importa vivir y seguir
adelante haciendo nuevos caminos, construyendo nuevos pueblos, ciudades y hogares
en donde todos los gatos (y no gatos) vivos, puedan salir al sol, a la calle, a
la plaza pública a expresar su opinión y su deseo de seguir saboreando los
placeres de lo nuevo, además de mejorar
el aire de la calle y de la vida. Hace unos días fui con mi amigo Xoan a dar
un recital a un pequeño pueblo de Tierra
de Campos y nos encantó ver todas las casas magníficamente restauradas. En ese
pueblo no han muerto con sus muertos. ¡Qué bien!
Insisto: Cuando des el pésame
a alguien no te olvides del consejo turco: no hay que morir con el muerto.
1 comentario:
Fuerzas mayores impidieron, en su momento, mi humilde comentario sobre la gatera que hoy nos ocupa.
“No hay que morir con el muerto”. Magnífico pésame turco. Pero, al enterrarlo, deberíamos estar seguros de poder reemplazarlo dignamente. No vaya a ser que, deslumbrados por falsos destellos de luz, algún día lamentemos haberlo enterrado con demasiada alegría. ¿Ya estamos seguros de poder controlar las ratas? ¿Por qué se nos queman 180.000 hectáreas de montes? ¿Por qué las colas en los establecimientos benéficos? ¿Por qué? ¿Por qué de tantas y tantas cosas? Creo que enterramos al muerto con demasiado alegría. Una cosa es no morir con él, y otra olvidarlo demasiado pronto, sin preocuparnos por sustituirlo.
Quizás no me entiendo ni yo mismo.
Con retraso: un abrazo
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