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¿Cómo que
nada, si un simple lumbago, tontorrón y casi etéreo, sin venir a cuento, sin
saber por qué, cómo y cuándo, te atrapa y te convierte en un ser
casi-paralítico, a merced del viento y desnudo ante la intemperie como los
hijos de la mar?
Y tienes que pedir ayuda para levantarte de la cama o sacar
fuerzas todas de flaqueza inaudita, y tienes que caminar a cámara lenta cuando
lo tuyo era subir las escaleras de dos en dos peldaños, y tienes que esperar
¿cuánto? a preparar el huerto y plantar los primeros tomates de la temporada, y
no puedes sacar a la perra a pasear
y tienes que ponerte calor cual inválido de
guerra sin guerra alguna, y sales a pasear sacando pecho y hacerte el tonto
mirando a las acacias para que no se note que has perdido fuelle y el aire
normal de andar airoso sin que lo noten
los vecinos y tengan que preguntarte que por qué andas así de lento y torpe y
que qué te pasa y desde cuándo y qué estás tomando y que te sea leve y que
pronto te llegue la mejoría y que gracias y que no será nada, pero que somos
una pequeña piltrafa al menor temblor de huesos doloridos y cartílagos
dolientes, y estás deseando llegar a casa para sentarte y descansar de un paseo
por el barrio que te pareció la escalada al Everest, y recuerdas de nuevo en estos
días de luto para las letras a ese gran escritor, Carlos Fuentes, al que la
muerte pilló de pie, como siempre vivió, “al que la más breve de las pausas le
resultaba insoportable... y por más que fueran pasando los años, conservaba
erguido su porte, viva su descomunal memoria, lúcido su pensamiento, elocuente
su verbo e inaplazable su cita diaria con la escritura”, como ha dicho de él el
escritor y editor Basilio Baltasar,
y lo
que menos soportas, porque no lo entiendes, es una recaída, peor que la primera
que duró solo unas horas y esta segunda te ha devuelto el sinsabor de la
primera y los dolores, y de nuevo a esperar el milagro del tiempo, quince días
quince, como te dijo la doctora, y los
efectos de los fármacos y el pensamiento positivo que todo ayuda, pero a lo que
iba, o a lo que voy, ¿cómo, si una cosa tan simple, tonta y sin importancia te
cambia aspectos significativos de la vida, qué será y estará siendo la crisis,
cuando toca fondo en las personas y en las familias, o hasta dónde llegarán las
enfermedades serias, por lo graves y profundas, que tocan las fibras básicas
del ser...? Está claro, aunque seamos
hijos de dioses o dioses, en ocasiones, no dejamos de ser hijos del barro y
barro mismamente, ay.
7 comentarios:
Tan vulnerables !!
Sujétate sobre la masa encefálica.
Gracias, amigo anónimo, ya intento sujetarme sobre el encéfalo, pero fallan las extremidades y cuesta levantarse y andar erguido que es tan elemental. Pasará.
Debe de ser cierto que somos de barro. Pero unos sois de un gres tan especial que con un mínimo golpe os quebráis. Otros su barro es tan flexible que sirve para hacer adobes y soportamos mejor los pequeños contratiempos.
Ánimo y un suave abrazo.
Ánimo y tranquilidad, paciencia y respirar hondo... los lumbagos no son nada tontos, aunque a uno se lo parezca.
Te deseo una pronta recuperación, hasta entonces, déjate cuidar!!
Un abrazo
Rut
Ánimo y tranquilidad, paciencia y respirar hondo... los lumbagos no son nada tontos, aunque a uno se lo parezca.
Te deseo una pronta recuperación, hasta entonces, déjate cuidar!!
Un abrazo
Rut
Gracias pastor, gracias Rut, no, no son tan totos los lumbagos, aunque lo parezca. Y yo, además, no soy nada sufridor.
Un abrazo, amigos.
Gracias, amigos y amigas, por vuestro interés, ya casi se ha pasado, lo que pasa es que soy un quejica y abusé, además, de la hipérbole en este texto.
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