miércoles, 22 de febrero de 2012

EL MIEDO NOS HACE PEORES


Foto de Mª Jesús Prieto

El miedo, que se pega a la piel como una lapa, nos entumece el alma, encoge nuestros músculos y, lo peor, nos hace peores. Actualmente está en todas partes, nos domina y castra nuestros más bellos impulsos, nuestras mejores y más valientes reacciones en defensa de los más débiles. Y en momentos de crisis, como esta que nos invade y asfixia, esto nos dice un experto en La economía del miedo: "El miedo ha sido siempre fiel aliado del poder. Nos han inoculado el miedo a la inseguridad económica, al paro, al otro, al que viene a disputar los pocos empleos que se crean... Y ese miedo, que adopta rostros inéditos, da paso al cabreo y a la indignación: estamos entrando con lentitud en esa segunda fase", ha dicho Joaquín Estefanía, que acaba de publicar un libro sobre el tema en cuestión.

El miedo nos atenaza y saca lo peor de nosotros cuando aflora la cobardía ante el maltrato de quien abusa de su poder, sus músculos de macho ibérico frente a su mujer y a sus hijos o ante el matonismo de quienes intentan adueñarse de la calle, los bares y cuanto les rodea. ¿Quién nos manda meter donde no nos llaman? Y nos llaman, claro que nos llaman. “Es el miedo, es el miedo. / Ciego guiando a otro ciego, / miedo que es el origen de la desconfianza, / de la maldad, pérdida de la fe, / burla y almena”, versos de un poema de Claudio Rodríguez.

Y porque hay miedo a esta crisis galopante que no amaina, todos nos hacemos un poco más reaccionarios para salvar, a costa de lo que sea, nuestros muebles, pequeños o grandes ahorros, y la solidaridad se queda para los tontos de siempre y los pocos que se salvan del quema y del egoísmo rampante.

Está claro que el deterioro medioambientalsocial que se divisa tras las ventanas, fíjate si no en la Comunidad Valenciana, influye poderosamente en los ánimos, encoge los espíritus, nos tragamos los trapos sucios más corrompidos, se mira para otro lado, pero se vota eligiendo a sabiendas la papeleta y se paraliza el más mínimo sentido crítico y hasta puede darse un embrutecimiento de lo que en otros momentos ha podido significar un fino sentido de la ética, la honestidad y el no soportar ni de lejos a los corruptos. Como resultado hace que la corrupción nos convierta un poco más en cómplices y que el miedo, la apatía y el pasotismo nos coloque más al borde de la paralización y muy lejos de una ciudadanía crítica y participativa.
Por eso, es “bueno, justo y necesario”, que diría Rajoy, y saludable que añado yo, pero todo ello en otro sentido, cualquier brote verde que aparezca en la calle, en calidad de manifestación airada o silenciosa, diga lo que diga el ministro Wert, que cada vez que habla la mete más honda; pequeños ramalazos llamando a la defensa de los valores en juego y los derechos adquiridos en la fiesta del cine español; críticas absolutamente imprescindibles ante los poderes del estado, incluida lógicamente la justicia, cuando unos y otros, gobiernan y dictan sentencias, contra el correcto proceder del sentido común y la gestión de los asuntos públicos se pone al servicio de los intereses de la poltrona por encima del servicio a la ciudadanía.

Y es “bueno, justo y necesario” que el miedo ocupe menos espacio en nuestras vidas convulsas y acongojadas y dé paso incluso a esa segunda fase de la que nos hablaba Estefanía, porque qué menos que cabrearse e indignarse, como primer paso como señala el gran economista, escritor y humanista José Luis Sampedro: “Para empezar, ¡INDIGNAOS!”, y que no nos dé igual todo, porque ello significaría que algo importante en nosotros ha muerto. Victor Frankl, psiquiatra judío, pasó la segunda guerra mundial en varios campos de exterminio. Según él, no se salvaron de aquel infierno los más fuertes, ni los más cultos, ni los mejor preparados, sino aquellos que tenían una motivación más allá de su propia vida: "cuando salga escribiré un libro", "cuando salga veré a mis hijos", "cuando salga contaré esto al mundo".

Esa es la clave y ahí está la fórmula. Pero nunca en la claudicación, viendo pasar la crisis atados, de pies y manos, atemorizados y acojonados. Eso y echar mano de la imaginación serán siempre la mejores herramientas.

2 comentarios:

El pastor de... dijo...

Miedo, miedo! necesario y justo miedo ¡pues claro! es que no soy un inconsciente. Cómo no voy a sentir miedo ante las “correas” que me atan, los trajes que me asfixian, los expoliadores/as de cajas de ahorros, los aeropuertos sin aviones… etc. etc. y todos los etcéteras que usted quiera echarle. ¡Pues claro que tengo miedo! Pero ese miedo no me va a atenazar. Ese miedo va a ser mi acicate. El miedo me convirtió durante muchos años en oveja; aunque yo creí que era pastor. A ese miedo le digo: ¡NO TE TENGO MIEDO!

No sé si soy capaz de expresarme, pero es así como lo siento. ¡Que se vayan a la mierda los que quieren asustarme!

Un abrazo

El pastor de... dijo...

Vuelvo porque creo que fui un poco brusco en mi anterior comentario. Vuelvo, porque después de ver, en TV, actuar de nuevo, a los grises, no me extraña que mucha gente tenga miedo.
(a las pruebas me remito)
Nunca me acostumbraré a ver como se pega a un ser humano indefenso.

Que seáis felices.